Día 12

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Imité el método de Bórenas de moverme por los tejados. Se habían secado ya de la lluvia y era mucho más fácil avanzar. La luna estaba llena. Eso alentaba a los lobos en su cacería, pero a mí me facilitaría las labores de vigilancia.

Alguien llevaba tiempo conociendo el secreto del anillo de hierro. Tal vez ya intentaron atacar a Dex antes, y se dieron cuenta de que una magia antigua lo impedía. El ataque a la familia del herrero estaba planificado desde hacía mucho. Lo que de verdad me preguntaba era, ¿por qué los lobos tenían tanto interés en acallarles? Dex sabía mucho, pero podían ir directamente a por él, en cuanto se quitó el anillo. Aunque claro, solo el herrero podría fabricar más... El objetivo eran, entonces, ambos.

Me acuclillé al borde de un canalón como un depredador dispuesto a contemplar su zona de caza durante horas. En la calle de en frente estaba la pequeña casa en la que vivía Dex, solamente con su padre. Su madre había muerto hacía tiempo cuando él era pequeño, y por eso nosotros ayudamos criándole cuando su padre trabajaba. Por eso Dex era un hermano para mí. Y como buena hermana que soy, vigilo su casa tas una capucha cuando alguien le amenaza de muerte. Paradójico, pero ya ni siquiera soy capaz de imaginar qué es una vida normal.

En ese momento un aullido recorrió la noche y un escalofrío mi espalda. Como todas las noches. Sabes lo que pasará pero aún así no estás preparado para ello. Lo has buscado por todas partes pero eso te encuentra a ti primero. Así era siempre con Bórenas. Aparecía cuando menos lo esperaba, burlándose de todas las demás horas en las que había cruzado los dedos para verle llegar, pero me dejaba con la miel en los labios.

Se sentó a mi lado en el borde del tejado, asustándome. Él sabía que estaba deseando oírle pronunciar una palabra, y por eso me hizo esperar. Tuve que ser yo quien rompiera el silencio.

     —Los niños buenos no salen de la cama cuando se acuestan.

     —Yo nunca me acuesto —dijo, y mi tono relajado se vino abajo. Entre nosotros se respiraba el silencio tenso. Un segundo, dos... hasta que volvió a hablar—. No podría dormir.

Me recosté sobre mis propias rodillas. Cada vez me costaba más prestar atención a la casa de Dex, y menos a sus ojos, que parecían siempre suplicarme algo que yo no le concedía. Pero aquella noche él no consiguió hacerme olvidar todo lo demás con esa estrategia. Me hizo, por el contrario, darme cuenta de todo lo que me había perdido hasta entonces. Pero eso no llegó hasta más tarde.

     —¿Por qué esta casa? —preguntó.

     —Es la de Dex. Creo que podría ser el siguiente objetivo.

Como respuesta, un ladrido hizo eco en una de las calles continuas. Tal vez un perro callejero que intuía el peligro antes que nosotros. Miré hacia allí, por si acaso yo también lograba distinguir algo, pero no fue así. Cuando volví a girarme, Bórenas estaba muy pendiente de mis facciones, me miraba los labios. Yo respondí a su súplica silenciosa, esta vez sí.

Curiosamente este si fue un beso de los de recordar, de los de cuento, pero yo intuía que no era sincero. Algo pasaba, pero me engañé diciéndome que no era tan importante como aquel momento. No me gusta entrar en detalles, ya lo sabes. Lo que pasó nos pertenecía a nosotros y a nadie más, pero si lo cuento es porque es importante para la historia. Las razones no las entendí un rato más tarde, minutos después de que los dos nos separáramos sin aliento.

     —No sabes cuánto me alegro de que sigas viva. —Sonrió, seguía sin apartar su mirada de la mía— He perdido la cuenta de las veces en las que has estado a punto de morir.

Me encogí de hombros, quitándole importancia. Yo quería besarle de nuevo, pero él me detuvo.

     —Anesh —dijo cortante—, no lo entiendes. Realmente me da miedo perderte.

La saga Pueblo DuermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora