El campamento prometía ser una decepción en todos los sentidos. Cinco días de actividades educativas en inglés, que el colegio había organizado para sustituir al viaje de fin de curso, por falta de fondos. Cuando Aisak había buscado el nombre del recinto en internet, no había encontrado ninguna foto, y el único comentario que había era la puntuación de una estrella que decía: "Le doy una estrella porque no puedo darle cero".
—Mal rollo —había dicho Sylvia, mirando la pantalla de Aisak con las reseñas.
Pero allí estaban, metidos en el autobús hacia un lugar ridículamente mal señalizado, mientras aprovechaban los pocos minutos que les quedaban de usar el móvil libremente.
—Porque cuando lleguemos —había explicado Marcus—, nos lo quitarán.
—Eso es ilegal —contestó Julie—, no pueden quitárnoslo.
Aisak se mareaba cuando estaba con el móvil en el autobús, y tuvo que contentarse mirando por la ventana. Los bosques de árboles delgados se sucedían, interrumpidos de vez en cuando por alguna muralla de rocas que marcaba el límite de una parcela. Marcus, a su lado, se había puesto los cascos para escuchar música, y fingía que dormía. En realidad, Marcus venía obligado. No se le daba bien el inglés y odiaba dormir en albergues, y la única excusa que tenía para quedarse y fingir que se lo pasaba bien era su amigo Aisak.
Sylvia asomó la cabeza por encima del asiento de atrás, y le dio un toquecito a Aisak en el hombro.
—Ya me lo he terminado. —Le pasó una especie de cuaderno por el hueco de los dos asientos.
El chico lo guardó en su mochila.
—¿Le has dejado uno de tus libros? —dijo Marcus quitándose los cascos.
—En realidad es de la biblioteca, pero me lo regalaron. Una anciana se murió y en su herencia ponía que donaba todos sus libros a la biblioteca, uno era este. Estaba tan hecho polvo que se lo dieron al primero que pasó.
—Yo he oído que el marido de la vieja desapareció en combate —añadió Sylvia—, y que lo donó porque le recordaba a él.
—Pues yo había oído que fue la mujer la que lo asesinó... —murmuró Aisak.
—¿De qué estáis hablando? —Julie emergió detrás del otro asiento.
Cada vez que escuchaba algo que tuviese que ver con una historia siniestra, o una leyenda urbana, aunque fuese de refilón, se enganchaba a la conversación con la misma facilidad que la de un anzuelo.
—De un libro que hemos leído Aisak y yo —explicó Sylvia.
—¿Y de qué va?
—De asesinatos —dijo Aisak con una velocidad instintiva—. Es el diario de una chica que presencia la maldición de una aldea. Cada día muere una persona, y tienen que averiguar cómo detenerlo.
—¿Y acaba bien?
—Sí —contestó Sylvia por él—. Al final ganan los enamorados. —Marcus puso los ojos en blanco—. El amor fue más fuerte que la muerte.
—No, todo lo contrario. —Ella lo miró sin entender—. Traicionaron a todos sus compañeros. Dex se suicidó por su culpa. Incluso algo que parecía bonito, se reducía simplemente al efecto de una droga. El amor no existe cuando hay muerte.
—Entonces lo habré entendido mal —dijo.
Y después de eso, las chicas volvieron a desaparecer detrás de los asientos. Tal vez Aisak había sido un poco duro al decir eso, pero aquella historia le había parecido mucho más intensa que el romance imposible entre dos jóvenes, y le parecía injusto resumirla así.
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La saga Pueblo Duerme
Misteri / ThrillerTodas las mañanas aparece en Castronegro el cuerpo sin vida de uno de sus habitantes. Detrás de cada muerte hay un grupo de Hombres Lobo obrando cautelosamente, moviendo los hilos para manipular a las personas. Eso es algo que sabe todo el mundo. Pe...