Capítulo 15: El protector

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Estaba cansado de mirar los tablones pintarrajeados de la litera de arriba. Estaba cansado de girarse y ver el colchón vacío de Marcus. Estaba cansado de pensar que Sylvia ya ni siquiera quería dormir con ellos.

No podía dormir. Julie, en la diagonal, estaba quieta sobre su litera, pero Aisak no se atrevía a susurrar su nombre para comprobar si estaba despierta o no. Había estado planteándose traer al Cuervo de vuelta, ahora que necesitaban más apoyos para matar a Darren. Por respeto a Julie y por la promesa que le hizo, el chico nunca llevaba ese plan a cabo. Ella tampoco había hecho esfuerzos por convertirse en la líder de la clase una vez más. Era como si ambos se estuviesen intentando desintoxicar de una adicción que les había hecho polvo el cuerpo.

¿Por qué Aisak aún no se daba por vencido? Se arrastraba en el barro de su propia humillación, entre las miradas fantasmales de sus amigos muertos, que le recriminaban todo lo que había pasado. Y todo, ¿para qué? ¿Para poder seguir ignorando el hecho de que solo quedaban dieciocho con vida y dos eran lobos?

Y luego estaba esa puta caja de zapatos... Aisak ya tenía sus teorías. No podían, o más bien él no quería que fuesen ciertas.

Se incorporó en el colchón, sentándose encorvado para no darse con la cama de arriba.

Distinguió una sombra por el rabillo del ojo pero, antes siquiera de saber si había sido imaginación suya o no, algo se le echó encima y le agarró del cuello. Lanzó al joven contra la puerta, golpeándole la cabeza en una búsqueda de dejarlo inconsciente. No lo consiguió. En el suelo, Aisak se arrastró e intentó gritar, luchando al mismo tiempo con el dolor palpitante de su cráneo.

     —¡Jul...!

Le agarraron de la mandíbula metiéndole los dedos en la boca e impidiéndole hablar. Eran unos dedos acabados en punta, las garras de una bestia, y le dieron arcadas. A pesar de la adrenalina de la supervivencia, Aisak pudo pensar con claridad e incluso elaborar un intento de escape. No veía nada en la noche, pero sabía que los dos Hombres Lobo estaban ahí, sacándolo a rastras por el pasillo. Notaba su presencia y su fuerza. No podía huir ni vencerlos en un cuerpo a cuerpo. Su mejor baza era sacarles tiempo para poder despertar a alguien.

El frío del exterior le abofeteó las mejillas. Notó un arañazo en la espinilla, rasgándole el muslo con un escozor insoportable. Aisak apretó la mandíbula y mordió los dedos que lo amordazaban. Su captor lo soltó con un gruñido. El joven intentó correr pero el otro lobo le había cerrado el paso a las habitaciones.

Se dio media vuelta, tratando de correr en dirección contraria, hacia las verjas de salida. No llegó muy lejos, mareado por el golpe en la cabeza. Uno de los lobos, el más grande, se le echó encima y lo derribó solamente con su peso. Le dio un puñetazo y Aisak opuso un poco menos de resistencia.

     —¿Te has divertido bastante? —Habló con esa voz monstruosa que salía directamente del estómago, como un gorgoteo afónico y rasposo—. Siempre eres tú... Siempre detrás de todo...

Era la voz de ese chico, Darren, distorsionada por su forma animal. Con una sola mano, envolvió el cuello de Aisak y se lo apretó contra el suelo. El otro se agarró a su antebrazo, tratando de quitárselo de encima. Darren se transformó en humano. Detrás, el otro lobo dio un paso, por si hacía falta intervenir.

     —No —le ordenó a Negro, de nuevo con la voz normal—. Lo haré yo. —Volvió a mirar a los ojos de Aisak, esta vez colocando las dos manos para estrangularlo—. Quiero que veas cómo sonrío mientras te asfixio.

Aisak notaba cómo la vista se le iba empañando. Había dicho lo mismo... Justo como en su sueño. En un momento de delirio, sintió que la presión de Darren se aflojaba por un instante y que, en su lugar, era al Ineludible a quien tenía enfrente. El fantasma con el aspecto de Nikolash le tendió la mano y Aisak la aceptó, sintiendo de nuevo ese tacto sólido tan extraño, pero esta vez reconfortante.

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