Día 1

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Siempre me pareció tonto escribir un diario. Pero aquí estoy, contándole mis cosas a un extraño. Ni siquiera sé si alguien lo leerá.

El otro día alguien apareció muerto en su cama. Créeme, no me gustó verlo. Tenía el cuerpo hecho trizas, y su ropa llena de sangre, al igual que el suelo y la cama. Es algo que difícilmente voy a olvidar, y ahora tú tampoco. Espero que no me tengas en cuenta eso. Todos sabían la causa, más bien el causante, pero nadie se atrevió a pronunciarlo.

Hombres Lobo.

Toda mi vida he pensado que eran cuentos de vieja, y que te los contaban para que te fueses a dormir, porque si te pillaban despierto, ya podías saber lo que es bueno. Pero, oh... son muy reales. Y el hecho de que alguien haya muerto significa que hay al menos uno entre nosotros, otro vecino.

Por eso escribo este diario. El silencio en el que murió nuestro vecino fue tal, que nadie le escuchó gritar. Puede que siga en la aldea, como fantasma, y trate de revelarnos a gritos el nombre de su asesino. Así que ha muerto en un silencio doble. No ha gritado, y no puede decirnos quién lo mató.

Si dejo escrito todo lo que veo, todo lo que pienso, de quién dudo... Tal vez cuando muera (porque en cualquier momento puedo ser la siguiente), alguien encuentre el diario y haga justicia. Desde luego podré descansar en paz si sé que no me pueden callar para siempre. 

Mi nombre es Anesh. No necesitas ponerme cara, será mejor así. Pero sí me gusta decirle mi nombre a la gente, para que lo relacionen con las palabras que les digo. Eso es lo importante. Dadas las circunstancias, dudo mucho que jamás conoceré el tuyo. Es una pena. Voy a intentar no aburrirte con detalles. Si tienes este diario en tus manos es porque ambos sabemos cómo acaba esta historia.

Sí, lo has adivinado, conmigo muerta.

Hay una inquietud apenas perceptible en la aldea, Castronegro. Todos se preguntan si lo de hoy a sido algo puntual o va a haber más muertes, pero sólo unos pocos saben la respuesta. A mí me vale con intentar predecirla, pero no me gusta ninguna de las conclusiones a las que estoy llegando. Uno de nosotros esconde pelaje bajo su ropa, uno al que conocemos, confiamos e incluso sabemos su nombre, pero que nos traicionará si cerramos los ojos en su presencia.

Hay algunas personas en Castronegro que probablemente ya tengan algunas suposiciones, pero dudo que sepan algo realmente. La vieja Albaya, la pitonisa, ya predijo algo oscuro semanas antes, algo que llegaba a Castronegro, una maldición más antigua que las montañas. Pero nunca la tomamos enserio. La predicción siempre ha sido una ciencia del engaño, y Albaya puede decir cualquier cosa genérica con tal de sacarse unas monedas. El herrero también se hace el misterioso, creo que tiene algunas teorías.

Al final se hace de noche y apenas podemos ver nada a dos palmos de nuestra casa. Todavía no ha salido la luna, pero en cuanto salga, los Hombres Lobo tomarán su verdadero aspecto y comenzará la cacería.

Pero a pesar de todo eso, el pueblo duerme.

Me acurruco entre las sábanas. Para mí, ahora mismo protegen más que un escudo de metal. Escondo el diario conmigo. Con un poco de suerte, lo verán sólo las personas adecuadas, aunque eso sólo será necesario si soy la siguiente víctima. Tardo un poco en dormirme, es normal, pero antes de que eso pase, un silbido atraviesa mi ventana, acompañando el sonido del cristal rompiéndose por una zona determinada.

Una flecha se clava en mi pared, a varios centímetros por encima de mi cama. Sea quien sea el que la haya disparado, lo ha hecho para llamar mi atención. Hay un mensaje atado al palo de la saeta. Lo desato con cuidado, apenas se lee nada. Me levanto con cuidado y voy hacia el cajón. El silbido de la cerilla y un fogonazo de luz casi delatan que en realidad estoy despierta. Cualquiera podría sospechar de mi en estos instantes, pero dudo mucho que quede alguien despierto. Salvo el que haya lanzado la flecha, claro.

La saga Pueblo DuermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora