Capítulo 12: El alcalde

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Aisak tenía que evitar que Anders saliese votado y que los de su clase lo colocasen como el nuevo líder. Para conseguir que nada de eso sucediese a la vez, el joven tenía que realizar la labor de Julie, pero con la otra clase. Debía poner de acuerdo a todos para que votasen a Aisak a un mismo tiempo, y así el chico no podría ascender a la cima.

No esperaba que Mery lo consiguiese sola, de todas formas. Aisak no sabía cómo de popular era la chica del mechón rojo en el otro grupo, pero no lo suficiente si querían resultados en un solo día. Por eso iba a ayudarla acusándose a sí mismo siendo El Cuervo, ya que probablemente Gritt volvería a acusar a Anders con su ceniza de ideas contaminadas.

Aisak nunca pensó que terminaría escribiendo su propio nombre en la jota de tréboles. Dex también se acusó a sí mismo justo antes de suicidarse. ¿Acaso empezaba a cumplirse esa parte de la historia también? ¿Él también acabaría muerto?

El chico se giró hacia el fantasma de su hermano, que ahora estaba atrapado en el reflejo del espejo del baño. ¿Era Niko una especie de premonición de que iba a suicidarse?

     —Todavía no sé qué es lo que haces tú aquí —le dijo a Niko—. Te metes conmigo, pero no tienes ninguna función. Al menos no como el vidente o la bruja.

     —¿Es que no echabas de menos a tu hermanito?

     —Tú no eres él. No sé lo que eres pero no eres Niko.

     —Sí soy él. Y tú. —Cambió de aspecto para reflejar a Aisak, como si fuese de nuevo un espejo normal—. También soy Marcus. —Se transformó en Marcus y después regresó a la imagen inicial de Nikolash—. Soy todos a la vez. Bueno... soy la parte de la gente en la que no se quieren transformar, pero siempre acaban haciéndolo. Soy El Ineludible. —Aisak hizo una mueca ante lo confuso de su explicación, intuyendo que el fantasma hablaba con metáforas en vez de desvelar toda la verdad—. Mi función aquí, Aisak, es liberaros de vuestro sufrimiento, aunque dudo mucho que lo entiendas ahora.

     —Pues explícamelo.

     —Si te revelo la respuesta en el momento inadecuado te volverás loco, créeme.

     —Ya me estás volviendo loco cada vez que me miras sin decir nada.

     —Muy bien. —Se encogió de hombros—. Tú lo ha querido.

Se fue caminando por el borde del espejo y se perdió en algún punto de la pared, donde no se le veía por la falta de superficies reflectantes. Aisak trató de seguirlo como pudo. En el exterior del baño, lo encontró de nuevo reflejado en una de las ventanas del comedor. Siguió la sombra de El Ineludible a través de las ventanas, saltando de reflejo en reflejo hasta llegar a una de las aulas del principio del campamento, la que estaba junto a donde dormía Allison.

Cuando el chico entró, se volvió a encontrar al fantasma en su estado natural, en vez de atrapado en una imagen plana.

     —Abre el armario —ordenó a Aisak.

Era el mismo armario de un verde descolorido en el que Aisak había encontrado las cartas del cuervo el primer día. En el último estante, encontró una caja de zapatos que antes no estaba ahí.

     —¿La reconoces? —inquirió Nikolash, o esa especie de copia que había tomado su forma.

     —Es donde tenía mis coches de juguete.

Le llegaron recuerdos de carreras sobre la alfombra y del coche especial que cambiaba de color con el sol, que le costó una pelea con su hermano.

     —Ábrela.

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