Día 3

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Cuando entré en el ayuntamiento, ya no quedaban sitios libres junto a Dex. Tuve que sentarme, por lo tanto, en las filas del fondo, junto a los últimos que habían llegado. Se notaba que el mensaje de El Cuervo había calado en la gente, porque ya no acusaban a la ligera. Incluso había gente que defendía a los granjeros, alegando que les habían metido en una trampa que les hacía sospechosos de forma directa. De todas formas, el alcalde conserva cierta influencia, y todavía puede conseguir votos a su favor, de las mentes más despistadas. Sería muy poco conveniente que se tratase de un Hombre Lobo, pero creo que más bien es su próximo objetivo.

No conseguirán acabar con él fácilmente. Tienen al cazador y a uno de los granjeros escoltándolo continuamente, incluida a su sucesora, Mitálea.

Las opiniones hoy estaban muy divididas. No se ha conseguido designar a un culpable claro. Sury se ha mantenido callada en todo momento. Nadie tenía pistas, y tampoco querían arriesgarse a matar a un inocente. De forma que hoy la asistentes salían del ayuntamiento y evitaban pasar por la cuerda de los ahorcados.

No se derramaba sangre, pero no podíamos mantenernos siempre así. Las votaciones era nuestra única oportunidad de matar a los Hombres Lobo, y si simplemente ignorábamos el tema, las muertes seguirían su curso habitual, como un reloj de arena, lento pero implacable. Y eso daba miedo, pensar que seguiríamos muriendo.

Dex salió a mi encuentro nada más alcanzar la plaza.

     —¿Dónde estabas? —me dijo— Te llevo buscando toda la mañana.

     —¿Cómo? Yo te llevo buscando toda la mañana. Tengo que contarte algo importante.

     —Yo primero.

Decidimos alargar el paseo para contarnos todo lo que hiciera falta, todavía quedaba mucho para el atardecer.

     —Mi padre me ha dado esto. —Se sacó un anillo del bolsillo y me lo enseñó sobre su palma abierta. Era de hierro, sencillo y sin adornos. No era un buen material para hacer anillos, era feo y demasiado pesado— Lo ha hecho él, me ha dicho que me lo ponga por las noches.

     —No sabía que tu padre fuese supersticioso.

     —Yo tampoco. Me ha dicho que me protegerá de los lobos. Aunque me imagino que se refiere a los Hombres Lobo, pero no ha querido decírmelo directamente.

     —Si fuese así de fácil protegerse de los Hombres Lobo, no moriría nadie. 

     —Eso le dije yo, pero no ha querido escucharme. Me dijo: "Dex —imitó la voz grave de su padre—, si no quieres meterte en problemas, nunca te metas con el hierro de un herrero."

No pude evitar reírme, lo imitaba bastante bien. Dex me sonrió de vuelta, alentado por su talento escénico.

     —Tú también ibas a decirme algo —me recordó, todavía sonriendo.

Volvió a mi mente la conversación con Sury, y de repente me pareció una mala idea contárselo. No era que no me fiara de él, yo quería confiar plenamente en mi amigo, sino que si se lo contaba todo, tendría que hablarle de la flecha y de Bórenas. Decidí guardarme esa información, y contarle sólo lo que quería oír.

     —Tenías razón con lo de la gente que sabe. Hoy he conocido a una niña, se llama Sury. Me ha dicho que se levantaba por las noches a espiar a los lobos.

     —Eso es arriesgado... pero si lo hace bien podríamos cazarlos a todos. ¿Y por qué te lo ha contado a ti? —De alguna manera, Dex intuía que faltaba información.

     —Sus hermanos no la creen, y estaba segura de que podía confiar en mí. Supongo que necesita apoyo en las votaciones.

     —Tiene sentido. Si los Hombres Lobo sospechan de que tiene información, la matarán, pero no pueden matar a varios con esa mismo información. Me alegra que confíes en que yo no soy un Hombre Lobo. —Después, sacó una sonrisa afilada— Aunque podría serlo.

La saga Pueblo DuermeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora