Capítulo 6: El Anciano

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Aquella noche, Aisak se dio cuenta de que no había sentido miedo real hasta entonces. Porque esta vez, la posibilidad de acabar con el cuello desgarrado estaba más cerca que nunca. Matar a Cristán... ¡pero qué locura! Todavía no se creía que el gafe de Cristán fuese un asesino peligroso. Había dado caza al lobo más inofensivo, dando un paso al frente para que los demás lobos, auténticos maestres de la logia, lo asesinasen en represalia. Y ahora, ¿qué? ¿Se dejaba matar? ¿Se hacía a un lado y legaba las riendas de la partida a lo que quedaba del pueblo? ¿Podía confiar en que sabrían matar a los demás Hombres Lobo?

No se atrevía. Sentía que sin él, el pueblo se desmoronaría. Sylvia y él eran los únicos que conocían el diario, y a Sylvia ya solo le quedaba uno de los sobres. Los jóvenes estaban divididos en dos, y algunos de ellos parecían desviarse lentamente hacia la demencia. A Aisak le había dado miedo ver la cara de Viktor aquella tarde. Puñetazo tras puñetazo... como si para él no supusiese nada asesinar a alguien. Anders era inocente y él los estaba conduciendo a su muerte. Y Marcus...

¿Qué pasaba con Marcus? ¿Y si era él quien moría esta noche en vez de Aisak? Ahora que poseía el don de la predicción, era una pieza importante. ¿La tarde anterior habían hecho las paces? El joven ya no estaba seguro. Ni siquiera se atrevía a colocar una carta esta noche.


Sylvia saltó de su litera para abrazar a Aisak cuando se enteró de que había sobrevivido. De hecho, los cuatro habían pasado de aquella noche. Tal vez el joven sobrestimaba a los lobos. En el fondo, seguían siendo un grupo de adolescentes que no estaba muy seguro de por qué se transformaban en bestias durante la noche.

Las chicas echaron a Marcus y Aisak de la habitación, y se encerraron allí para cambiarse a solas. Ellos esperaron en el pasillo, que también estaba lleno de gente que iba y venía, que se gritaba cosas, o que le decía a sus amigos que estaba bien.

     —¿Se lo vas a decir a ellas también? —preguntó Aisak.

     —No lo sé. Todavía no sé cómo funciona. Esto salía en tu libro, ¿no? Alguien podía leer el futuro.

     —Sí, la pitonisa. Fingía estar loca para proteger sus secretos.

     —Ni de coña. Yo no quiero hacer teatro. —Llamó un par de veces a la puerta para meter prisa a las chicas—. Acabará mal de todas formas —concluyó.

Era la otra cara de la moneda. Tener un don era tener una diana en la frente. Y todo el que supiese las predicciones de Marcus estaba condenado. El chico había puesto en peligro a Aisak sin darse cuenta. Podía haber acusado a Cristán directamente, en vez de pedirle a su amigo que lo hiciera. Aunque, Marcus no tenía tanta influencia. "O me está usando de escudo." Pensó Aisak.

Todavía dudaba de él. Tenía que irse haciendo a la idea de que estaban en el mismo bando. Y el joven tenía que buscarse cuanto antes a un par de personas que estuviesen allí para protegerles, alguien del otro grupo, también. A Julie no le iba a gustar nada.


Aisak por poco se olvida de que aquel día también había habido víctima. La pequeña victoria del día anterior había conseguido que todo el mundo se relajara. Sin embargo, se dieron de frente con la realidad, que volvía aún más brutal y renovada de fuerzas.

Dos cuerpos.

No, eso era imposible. Los Hombres Lobo solo pueden matar una vez por noche. Lo pone en el diario.

Cuando el joven se abría paso entre el círculo de curiosos que bordeaba el primer cuerpo, la gente se giraba para mirarlo. "Tiene la cara de aparecer." Se imaginaba Aisak que decían. "Nos había dicho que solo podía morir uno y encima viene a llorar los cuerpos." Podían acusarle de lobo si querían, tenían pruebas. Había acusado sin saber a un chico, y había resultado ser Hombre Lobo. Podían relacionarlo diciendo que conocía la identidad de Cristán porque era como él...

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