ELLA SE LEVATÓ A MEDIA NOCHE...

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(...A CAVAR UN AGUJERO AL PIE DEL ÁRBOL )
La forma que salió de la oscuridad tenía la silueta de una mujer alta, flaca y encorvada. Emergía como un espectro, con paso cansado, arrastrando los pies que iban dejando huellas largas y desnudas.
La vi desde el porche de mi casa una vez mi fiel Castor me alertó con sus gruñidos y ladridos.
Ella parecía estar en trance. Caminaba hacia mí jalando una enorme pala tan ancha y pesada como ella misma.
Pude ver su ropa hecha jirones, sucia y el pelo enmarañado le daba un aspecto de locura.
Cuando pasó frente a mí pude ver que iba balbuceando algo que no alcancé a entender, pero que sonaba a una especie de mantra.
Castor al reconocerla dejó de ladrar. Tan sorprendido como yo de ver a nuestra vecina surgir de la espesura de la noche con un aspecto tan alejado de como solíamos verla. La seguí con la mirada hasta que entró en su propia casa. Ninguna luz se encendió. Me volví a la mía y en mi dormitorio encontré a Castor ya instalado en su cama. No pude conciliar el sueño hasta pasadas las dos de la mañana. Trataría de hablar con Ruth. Quizás ahora, ella admitiría que necesitaba de un especialista que la tratara. Desde que su mascota había fallecido, la soledad y la tristeza se habían apoderado de ella.

No vi a Ruth en una semana. Salir muy temprano por la mañana y regresar cansado muy tarde por la noche tampoco ayudó. A mediados de la semana siguiente, caí enfermo de una gripe que me hizo pasar todo el día dormido. Pero la noche del jueves Castor me alertó de nuevo. Me asomé a mi ventana y pude ver a mi vecina entrando al haz de luz de mi jardín que colinda con el de ella, con la misma pinta que la noche pasada. Cuál sonámbula siguió de largo hacia su casa. Castor gimió.
Eso no es lo usual en él. Estaba más inquieto de lo normal y esos ojos... en fin, me puse encima del pijama mi pants y salimos los dos hacia donde Castor me llevara. Sin duda alguna, algo se olía que lo tenía intranquilo.
En cuanto abrí la puerta, Castor salió disparado hacia la oscuridad de donde había emanado mi vecina. Yo aún me sentía  débil pero la premura que mostraba mi perro era contagiosa. Me adentré por el camino que Castor iba señalándome. El pequeño bosque del que siempre me sentí orgulloso, ahora me parecía  tétrico. Me insuflé ánimos  diciéndome que mi estado actual no era el propicio para desencantarme de las vistas de las que siempre disfruté solo porque trataba de tranquilizar a mi mascota de lo que fuera que lo tenía ansioso.
De repente ya no escuche sus aceleradas pisadas. Seguí caminando con mayor cuidado y en susurros lo llamé.
Gimió.
Seguí el rastro de sus lamentos y por fin lo encontré echado sobre unos pequeños montículos. Se veían recientes. "¿Qué has encontrado, grandulón?" le pregunté. Castor movió la cola y empezó a escarbar uno de los montículos. !"Oye, espera!" le grité. Castor había encontrado la tumba de Laika, la mascota de Ruth. Yo sabía que ella la había enterrado en nuestro pequeño bosque, pero ¿qué significaban los otros montículos? Aparté a Castor de la tumba de Laika. Este, ni lerdo ni perezoso, siguió cavando los otros montículos. Cuál  sería mi sorpresa al descubrir que cada uno de ellos era una pequeña tumba. Gatos, principalmente.
Nunca me animé a preguntarle a Ruth sobre los montículos ni sobre sus salidas nocturnas.
Pero sí he visto de vez en cuando, avisos pegados en postes y tiendas donde se solicita la ayuda del ciudadano para encontrar a tal o cual mascota perdida.

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