Morir en el intento...

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He tenido suerte. Por fin coincido en todo el viaje con ella. Mis esfuerzos dieron fruto.
No me pesa haber probado en cada estación. Total, cuando se está en paro hay que buscar qué hacer.
Aunque para ella yo no existo.
Hoy se ve exquisita. Me encanta su look natural, desenfadado. Me llega su aroma suave a flores.
A veces se toca el cabello que se le ha soltado con el movimiento del tren; otras, parece que es un tic, porque vuelve a pasarse la mano en el cabello que ni se ha movido de su lugar. Creo que no se da cuenta de lo que hace.
Me encanta ver como mueve los labios cuando lee. Como si se leyera a sí  misma.
Me gustaría estar sentado frente a ella para escuchar su voz que aún no conozco, pero el señor que va ahí parece dormido porque no cambia de posición en todo el trayecto.
El tren se detiene y me entra ansiedad porque estoy dispuesto a tirarme al asiento con tal de no perderlo cuando él se levante. Pero él sigue ahí, dormido, seguro.

Ella levanta la vista del libro y doy un respingo.
Me hago el loco.
¿Y si me mira?
Empiezo a transpirar.
¿Y si se da cuenta de que existo?
Nunca he pensado qué pasaría entonces.
De reojo la veo que está viendo a través de la ventana hacia el otro vagón. Dirijo la vista hacia el mismo lugar y hay un chico con un libro igual al de ella. Ella le sonríe y la enseña su libro. Él le devuelve la sonrisa y levanta el suyo como estandarte.
Se me cae el alma.
Si tan solo hubiera aprendido a leer...

DOSpalabrasUNrelatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora