Todo había quedado zanjado.
Los papeles firmados, los bienes repartidos, los hijos distribuidos, la casa vendida.
Todo, menos el adorno navideño que, como olvidado dónde se le había colocado meses atrás, esperaba ser elegido por uno de los dos bandos. Pero ni él ni ella se percataron de su muda presencia y, agarrando lo poco que aún quedaba y que les cabría en una mano, salieron de la vivienda que había sido testigo de tantas risas y llantos y, de la ruptura definitiva.Allí quedó el adorno navideño, con esa sonrisa congelada, en aquella fría estancia, celebrando un acontecimiento que ya no se celebraba, tratando de hacer agradable el rincón que ya nadie habitaba...