Aspirar la vida

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Sin poder escuchar más que un zumbido constante, el soldado se encaminó trastrabillando adonde estaba el resto de su convoy.
Todos estaban desorientados y aún no se creían haber salido vivos del brutal ataque que habían sufrido.
En apariencia no tenían bajas fatales. Los que deambulaban buscando sobrevivientes, volvían con hombres polvorientos que apenas podían caminar, pero estaban vivos, conscientes y lo primero que pedían luego de reunirse con el resto era un cigarrillo.
No tenían agua con que limpiarse el rostro, casi ni podían abrir los ojos, pero en cuanto aspiraban la nicotina, era como si se hubieran dado un duchazo, les hubieran dado un banquete o, con más  exactitud, les colocaran un tanque de oxígeno.
El humo del cigarrillo se mezclaba con el polvo que flotaba; la angustia y el alivio convergían.
Todos a su alrededor sonreían nerviosos, emocionados, agradecidos por la suerte de estar aún vivos.
Olvidada momentáneamente quedo la adrenalina que los había impulsado al ataque; la planificación estructurada física y mentalmente quedaron apartadas; no había  sensación del triunfo vencedor. Solo la paz que sobreviene cuando, sin comprender del todo lo que ha ocurrido, sientes que la vida te da una oportunidad más para hacer bien las cosas.

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