(Teatro/Caperucita Roja)
Detrás del telón todos los participantes estaban tan inquietos como emocionados. Por fin había llegado el momento tan esperado y tan manoseado en sus mentes.
Venían ensayando la obra en los últimos tres meses, tres veces por semana. La escenografía les había tomado tiempo y dedicación tanto como la memorización de los breves diálogos. Y por fin, ahí estaban todos los incipientes actores, riéndose entre ellos, susurrándose cosas a las solo ellos incumbía. La protagonista no paraba de moverse de tal forma que la capucha de su traje se caía constantemente la cual sus pequeños brazos no alcanzaban a colocar de nuevo. La directora de la obra a cada ida y vuelta pasaba acomodándosela sobre la cabeza. Mejor esto a echar a andar la obra en que la niña estaba empecinada en actuar. La pequeña insistía en que ya se sabía lo que tenía que decir y que no necesitaría ensayarlo. Pero el resto del elenco había votado por Caperucita Roja, así que tuvo que aceptar protagonizar a la insípida niña en lugar de la que ella consideraba ser más apta.
La directora, sin asomo de nerviosismo, iba con cada uno de los actores revisando traje y maquillaje; recordándoles algún que otro detalle que durante el ensayo habían demostrado no dominar aún y dando los últimos toques a las luces y equipo tras bambalinas.Las familias del elenco, como no podía ser de otra manera, ya abarrotaban el pequeño teatro improvisado después de que la tormenta Iota destruyera casi en su totalidad el que tanto había costado construir y, que contaban conque estaría listo para la fecha del evento. Todo se había venido abajo. No solo el edificio, también el ánimo de la pequeña compañía de actores, así como la de los voluntarios que con creatividad habían levantado el escenario. Ahora, como un milagro de esos que solo se perciben después de una catástrofe, el espíritu del teatro se había recuperado trasladándolo a una galera cercana a la escuela. El propietario sacó toda su maquinaria y entre todos los padres se consiguió sillas y bancas. Parecía que el pueblo entero no estaba dispuesto a dejarse doblegar por la embestida de la naturaleza.
Las luces tintinearon hasta que el recinto quedó completamente a oscuras. El murmullo disminuyó hasta quedar la sala en silencio.
Un gran reflector avasalló el escenario y el telón subió lentamente. La obra, por fin debutaba...En el último acto, la directora tenía las mechas sueltas, la blusa por fuera, se le había ido una media al trabársele en una rama seca pintada de verde, el sudor de su rostro desmejoraba su maquillaje, pero sus ojos seguían lúcidos y atentos a todos los movimientos y textos de la obra hasta que, en el último momento, la protagonista que estaba a la orilla de la cama y que debía preguntar a su abuelita el porqué de sus dientes tan largos y afilados quedó muda. En ese momento, en que la directora estaba que inmersa en el control de la luz que debía disminuir para darle un toque de suspenso, levantó la vista y vio que el rostro de la niña estaba asustado más de lo que la obra exigía.
De repente la niña se aclaró la voz y pronunció la última frase:
-Espejito, espejito, ¿quién es la más bella de todas?
Por un largo minuto el silencio y la confusión se fusionaron, hasta que se oyó una vocecita entre el público: mami, esa no es de Caperucita es de la Bella Durmiente, ¿verdad?
Después de un "shhh" de la madre, la audiencia prorrumpió en aplausos y risas.
De pie, la ovación se convirtió en algarabía y la directora no tuvo más remedio que ordenar se encendieran todas las luces y que todo el reparto saliera a saludar a los padres que festejaban la obra y su inesperado final.