Efecto-encierro

0 0 0
                                    

Estoy despierto  desde temprano. Después de una noche de insomnio que no me dio tregua, tengo los nervios a flor de piel. Hoy se publica la critica de mi libro y, dentro de mí, siento que no será buena.
Así de duro me autocritico.
Como siempre fue mi ilusión enmarcar los primeros comentarios de mi libro, me asomo al balcón esperando que llegue el repartidor que, calculo, ya no tardará en aparecer. Regreso a la cocina y bebo la tercera taza de café. Empiezo a temblar. No sé si de ansiedad o por la cafeína. Ni siquiera puedo estar sentado un rato en ningún lugar. Regreso al balcón y desde el tercer nivel veo al chico en su moto dejar el fajo de diarios, ahora bastante más liviano, en la entrada del edificio. No espero a que me lo suban y bajo corriendo por las escaleras. No soportaría usar el viejo ascensor. Cuando llego a la puerta principal, alguien ha entrado los diarios y lo ha dejado en la recepción. Agarro el mío y subo a mi apartamento. Me voy al balcón, dejo el diario sobre la mesa y me le quedo viendo.  Pero la portada no me dice nada. No sé qué espero, pero sin abrirlo es difícil saber. Busco el suplemento dedicado a la feria del libro y mi dedo índice va escaneando los encabezados de los distintos temas.

Por fin veo el nombre de mi libro y empiezo a leer.
Como si de un imán se tratara, mi trasero encuentra la silla y tomo asiento. Leo despacio al comentarista que es medio literato y usa un sinfín de palabras rimbombantes que no me dicen si le gustó o no el libro. A medida que avanzo empiezo a sentirme mareado. No sé si es el hartazgo de no entender qué hace que una persona se obstine en escribir como ese bellaco, o si el subidón de la cafeína ha perdido su efecto y es el sueño el que está tomando su lugar.

Siento mi cuerpo ingrávido y mi visión nebulosa.
Una sensación  que no me desagrada del todo, pero de igual forma cierro los ojos y espero que me pase.
Al abrirlos de nuevo, me encuentro ladeado en la silla de mi escritorio, veo a mi alrededor y el despertador titila la hora en que se ha ido la luz o en la que ha vuelto, aún tengo esa duda, cuando me doy cuenta de que mi computador está como lo he dejado la noche anterior y me pregunto si he guardado en la memoria el final de mi libro antes de caer dormido...

DOSpalabrasUNrelatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora