Me llevaron arrastras.
Me había sentido muy mal toda la semana y las ganas de ir al concierto las había perdido en el ínterin. Mas, para mis primos y hermanos, un no venido de mí era lo de menos. Sabían que mi condición me llevaba a periodos en los que el simple acto de abrir los ojos requería una voluntad de hierro. Así que no les extraño mi última negativa de ir.
Mis bajones constantes y cada vez más prolongados me habían apartado de mis responsabilidades con la empresa en la que tanto corazón había puesto para fundarla con mi prima tocaya Frida. Era ella la que llevaba las riendas cuando hasta mi alma le pesaba habitar en mi cuerpo.Pero ese día, desde muy temprano, había recibido mensajes de todos los involucrados en la ida al concierto.
A veces los lograba detectar y los leía, los demás, habían entrado en mi consciencia como parte de los sueños que se apoderaban de mi psique en cuanto cerraba los ojos, rendida.Pero, como si de un roble cuyas ramas son envestidas por vientos huracanados, a mis parientes ni lástima les di, y, como dije al principio, arrastrada me llevaron.
Que suerte tener una familia que se ha bebido su apellido -Fierro- hasta que el tuétano lo absorbe, porque el concierto me devolvió la vida.
Ahí estaba yo, sobre los hombros de mi primo más alto, para mi deleite, pues me sentía a punto de tocar a Fredy, cantando sus canciones y yendo al vaivén de toda la audiencia cuando las letras tocaban nuestros corazones y nos mecían como olas lamiendo las heridas que cada cual llevaba dentro y que pretendíamos desprendernos de ellas cuando la magia del concierto nos inundaba... hasta la próxima crisis.