Intenté dejar de darle vueltas a todo lo que sentía por Yoongi y preferí centrarme en otras cosas, como por ejemplo la llegada de Alex el día diez, la búsqueda del regalo del amigo invisible y el de Yoongi. No habíamos acordado regalarnos nada precisamente, pero desde que me enteré de lo mucho que idolatraba a aquel pianista polaco – que resultó ser bastante conocido – no había parado de pensar en lo feliz que le haría que le regalasen algo que tuviese que ver con él.
Los días previos a la llegada de Alex, Maddie y yo estuvimos planeando varias cosas para hacer juntas, ya que queríamos aprovechar al máximo el tiempo que teníamos. Pasamos la que sería nuestra última noche a solas por unas semanas en compañía de los que considerábamos nuestros amigos de toda la vida: Kai, Mark y Lucas. Mad me pidió que le contase lo que me pasaba y decidí ser honesta con todos ellos, quienes no dudaron en intentar hacerme olvidar todo aquello aunque fuese tan solo por unas horas. Esa noche Maddie, quien estaba muerta de nervios por ver a su hermana, apareció en mi cuarto y se tumbó en mi cama.
– No puedo dormir. – dijo en voz baja para comprobar si realmente estaba dormida.
– Ya veo. – contesté antes de bostezar. – ¿Es por lo de mañana?
– Tengo muchas ganas de verla.
Busqué su mano tanteando el colchón y la agarré. Siempre que una de las dos no podía dormir porque estaba nerviosa o inquieta, nos dábamos la mano e intentábamos distraer a la otra. Era una especie de ritual que habíamos adoptado con el paso de los años. A pesar del sueño que tenía, me pasé más de una hora sacando temas de conversación simplemente para que dejase de pensar en las pocas horas que quedaban para tener a Alex en nuestra casa. Finalmente, Maddie soltó poco a poco mi mano y se durmió.
La espera en el aeropuerto se hizo eterna. Maddie no podía parar de dar vueltas y cada dos segundos miraba la hora como si aquello fuese a adelantar el tiempo. Tras un buen rato, las puertas se abrieron y los pasajeros comenzaron a salir. Finalmente Alex consiguió hacerse hueco entre toda la gente y se reunió con nosotras, no sin que antes Maddie la atrapara en un abrazo.
Durante la vuelta a casa aprovechamos para advertir a Alex de lo que nuestros nuevos amigos eran capaces. Sabía que igual exagerábamos algunos detalles como que la voz de Jimin era tan aguda que podría atravesar los tímpanos de cualquier ser vivo o que Hobi se reía tan alto que nuestros vecinos nos habían amenazado en más de una ocasión con echarnos del edificio. Alex parecía más y más asustada cada vez que abríamos la boca.
– Sigo sin entender cómo Jin les aguanta. – dijo Maddie mirando a su hermana desde el asiento del copiloto. – Menos mal que Namjoon le ayuda a controlarlos.
– Habláis de ellos como si fueran niños de dos años. – comentó Alex.
– ¿No has escuchado nada de lo que te hemos contado? – dije intentando no desconcentrarme. – Está claro que lo son.
– ¿Tu novio también? – le preguntó Alex a Maddie.
– Bueno, no tanto. – respondió Mad y no pude evitar reírme. – No te rías, es la verdad.
– Creo que hay diferentes opiniones. – contesté recibiendo una mirada asesina por parte de mi amiga. – ¿Qué pasa? Yo solo digo que igual tiene incluso menos de dos años mentales, nada más.
– Yoongi no se salva, que lo sepas. – replicó intentando salvar la reputación de su novio.
– Yoongi tiene mínimo setenta y cinco años y está disfrutando de su jubilación hinchándose a beber alcohol y a comer mandarinas.
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Shetland (Min Yoongi)
Romansa¿Serías capaz de aguantar a una persona tan borde? Lilly Williams pensaba qué lo tenia claro, a Yoongi no.