V E I N T I N U E V E

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No lograba entender por qué me sentía como si estuviese pasando por la peor ruptura de mi vida cuando la verdad era que ni siquiera éramos realmente amigos. No habíamos pasado tanto tiempo juntos en ese mes y medio como para echarlo de menos y sin embargo, ahí estaba dos días después, mirando el móvil como una tonta esperando un mensaje suyo como cada noche.

El último que había recibido de su parte era el del día del concierto, cuando me pedía que asistiera, justo antes de que pasase todo lo demás. No merecía la pena seguir torturándome así y ese pensamiento fue lo que me impulsó a presionar la opción de "eliminar conversación" que aparecía en la pantalla de mi móvil. Solté en un suspiro todo el aire que se acumulaba en mis pulmones en un intento desesperado de que eso me hiciese olvidar todo lo que me hacía estar mal.

– ¿Vas a comer con nosotras? – preguntó Maddie preocupada al verme aparecer por el salón a la hora del almuerzo.

En mis manos estaba el pasar página lo antes posible o quedarme leyéndola una y otra vez, sabiendo como me hubiese gustado que se desarrollara la historia y sobre todo conociendo el final que tenía. Por eso mismo asentí y pude ver como mi mejor amiga me mostraba una sonrisa sincera. Había pasado dos días encerrada en mi habitación sin molestarme en establecer ningún tipo de contacto con mis amigos y el hecho de que por fin lo hiciese tranquilizó a Maddie, quien no tenía ni idea de lo que me pasaba.

Sabía que probablemente lo mejor que podía hacer era desahogarme con mis amigos, que exteriorizarlo me ayudaría a quitarle un poco del peso tan enorme que parecía tener, pero aun así preferí quedarme callada. Era como si me diese pánico decir en voz alta que me había rendido porque era imposible que esa persona me quisiese más allá del plano físico.

– ¿Sabemos ya cuál va a ser el menú para la cena de Nochebuena? – preguntó mi amiga concentrada en cortar la carne que se encontraba en su plato.

– ¿Cuántos días quedan? – miré la fecha en el móvil para responder a mi propia pregunta. – Mierda...

– Suponía que no te acordarías. – escuché decir a Maddie mientras dejaba escapar una pequeña risa ahogada. – Tu madre pone pegas todos los años.

– No me lo recuerdes. – me quejé deseando volver inmediatamente a la cama para esconderme.

Y por desgracia pasaron los días necesarios para llegar hasta el 24 de diciembre. Los días anteriores había decidido centrarme en mi bienestar y por eso mismo no había respondido ninguna llamada o mensaje. Me había pasado gran parte del tiempo leyendo o viendo series para obligar a mi mente a pensar en cualquier cosa que no tuviese nada que ver con cierta persona. Y así fue como conseguí llegar a la cena de Nochebuena, sintiendo ese vacío cada vez más pequeño, e incluso a ratos creyendo que se habían esfumado por completo todos los recuerdos que habíamos creado sin ser conscientes.

Mi madre apenas llevaba veinte minutos sentada en nuestro salón y ya estaba concentrada en su misión de arremeter contra la decoración de la casa mientras bebía de su copa de vino. Maddie y yo forzamos todas las sonrisas que pudimos para procurar mantener una atmósfera lo más agradable posible al menos durante lo que durase la cena.

Después de tantos años no lograba entender cómo el señor Park conseguía aguantar a mi madre y a su particular forma de ser. Pero a pesar de todo me alegraba de que alguien la hiciera feliz y sobre todo él, quien desde el primer día – hace casi cinco años – se había preocupado por mí como si de su propia hija se tratase. Agradecía que aquel hombre hubiese entrado a formar parte de nuestras vidas porque desde ese momento dejamos de ser dos personas en la familia y pasamos a ser tres.

Shetland (Min Yoongi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora