XXXII

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Narra Borja

Tras haber acostado a Raúl, Sam me insistió en quedarnos para comer. Por suerte o por desgracia, no sabía casi nada de lo que pasaba entre ambos, Rubén y Samuel, pero podía intuír que Raúl sí.

Estaba tumbado en la cama de la habitación de invitados, era temprano y estaba empezando a amanecer. Me giré hacia Raúl, el cual seguía durmiendo abrazado a si mismo y a mi sudadera, preguntándome cuanto sabría del tema. Suspiré volviendo a mirar el techo.

La habitación estaba silenciosa, solo se oía la suave respiración de Raúl y, unos suaves murmullos o sollozos.

Salí de la cama poniéndome una camiseta, dejé la habitación intentando no hacer mucho ruido y me dirigí a la habitación de Sam. Al llegar, llamé suavemente y entré.

- ¿Sam? ¿Necesitas hablar? - Ajusté la puerta y me acerqué a él. Estaba apoyado contra el cabecero de la cama con su cara escondida entre sus manos. No respondió, por lo que me acerqué a él y le abracé como pude.

- Cambié la cama. - Murmuró tras un rato en silencio. - Y decidí cortar este lío con Guille. Seguramente... Seguramente vaya a terapia para lidiar con todo esto. Lo he hecho todo mal pero es que Rubén empezó a irse más de casa sin decir nada, solo necesitaba algo y eso me lo daba Guille. Soy una persona asquerosa. - Murmuró volviendo a llorar. Le abracé más fuerte.

- Yo... No puedo darte consejos sobre eso, pero Raúl sí. - Sam asintió. - ¿Sabes qué hacía yo en Milán para despejarme cuando pensaba en Raúl? Salía a correr, me ayudaba a no agobiarme tanto. Hace buen tiempo, vayamos a despejarnos.

- No quiero. - Respondió en voz baja. Rodé los ojos y tiré de su brazo hasta sacarlo de la cama. Sam me puso una mala cara. - No voy a permitir que te quedes aquí dentro llorando. Ponte la ropa para correr, te espero en cinco minutos.

- ¿Y Raúl? - Preguntó levantándose con una mueca.

- Voy a dejarle una nota. Ahora, cámbiate. - Salí de la habitación yendo a la de invitados en silencio. Entré y ajusté la puerta evitando molestar a Raúl demasiado.

Como el menor visitaba bastante a Samuel, había un pequeño escritorio con material de estudio. Cogí un post-it y le dejé una nota. Se lo pegué en la frente y empecé a ponerme la ropa de deporte que había cogido de casa. Salí de la habitación ya vestido y bajé al salón.

A los minutos bajó Samuel vestido. Le hice un gesto para irnos.

- Si no fueras tú, no hubiera aceptado. - Murmuró cogiendo las llaves y abriendo la puerta.

- Si, si, como digas. - Salí tras él y cerré. - ¿Tienes algún parque cerca? - Pregunté andando a su lado. Asintió y empezamos a correr.

Hacer deporte se había convertido en mi nueva terapia. Cuando me sentía agobiado, salía a correr hasta que terminaba agotado o más tranquilo, y solía funcionar.

La calle estaba bañada por un color rojizo debido al inminente amanecer. Sam y yo corríamos a un ritmo lento pero constante mientras hablábamos.

- No sé que nos pasó. De repente todo empezó a hundirse y ninguno traía flotador. Yo recurría más a Guille, pero no de forma sexual. Hasta que ocurrió, que fue cuando llamé. - Asentí dejándole seguir la conversación. - Rubén cada vez pasaba menos por casa. Salía por la tarde y volvía de mañanas. O no volvía. Me he planteado muchas veces vender la casa, buscarme un piso, contarle todo a Rubén y cortar. Pero soy un cobarde. - Murmuró.

🍒Cherry🍒 (Luzuplay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora