Capítulo 8: Laxis

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-Llegas tarde.-soltó Lisanna cuando por fin llegué junto al gran edificio abandonado.-Llevo un buen rato esperando.

La miré. Se había cambiado de ropa y peinado. La larga melena pelirroja que antes tenía había sido convertida en dos bonitas trenzas que caían sobre sus hombros. La verdad sea dicha, es cierto que Elena era muy guapa, pero Lisanna no se quedaba atrás. Ahora entendía por qué eran hermanas, a pesar de que una era rubia y la otra pelirroja. En cuanto a la edad, si yo tenía 18 ella tendría tres menos, pero no eran más que intuiciones.

-Lo siento.-me disculpé rascándome la nuca.-He venido lo más rápido que he podido.

-Ya te vale.-me espetó enfadada y yo me encogí un poco pero poco después la chica soltó una carcajada, lo que me confundió.-Es broma hombre. No tuve clase a última hora, por eso llegué antes que tú.

Al ver que relajaba la expresión prosiguió.

-Siento haberte tratado de forma brusca las veces que nos hemos visto. Estaba un poco nerviosa, y creo que tú también.-suspiró profundamente mientras le daba una patada al suelo con una de sus botas.-No sabía quién eras, de hecho, la persona que me hizo venir aquí no me dio muchos detalles, tan sólo me dijo que encontrara a un tal Alan Heek y que impidiera que invocase a un demonio.

Mi cabeza trabajaba a toda velocidad, tratando de procesar todo lo que Lisanna me estaba contando.

-¿Cómo supiste que era yo?

Ella me miró de arriba abajo.

-Por tus poderes. Él me informó sobre ellos.

-Sigo sin saber quién es él.-musité yo haciendo una mueca con la boca.

-Yo tampoco lo sé. Lo único que sé es que te conocía de algo y supo lo que iba a suceder porque se lo consultó a un Oráculo. Gracias a él me advirtió de lo del demonio. Aunque veo que no ha servido de mucho...

¿Un Oráculo? ¡Claro, por eso aquel hombre que avisó a Lisanna supo lo que iba a pasar! Vaya comedero de tarro. Aunque la verdadera pregunta que me hacía era: ¿quién era ese hombre? ¿Y cómo sabía quién era yo?

-Pero una cosa.-tercié yo-Tú eres humana...

Ella puso sus brazos en jarras y me miró con seriedad.

-¿Algún problema?

"Cuidadito con lo que dices"

-¡No, no! ¡Ninguno!-me apresuré a disculparme.-Sólo me parece curioso, eso es todo. No debe ser fácil tener que asimilar todo esto. Ya sabes, lo de la magia y los seres sobrenaturales, como yo por ejemplo.

Ella se encogió de hombros.

-Si que es verdad que me costó creer a ese hombre cuando me contó lo que me contó pero le creí, porque mi hermana también tiene poderes. Puede que ella y tú estéis conectados de alguna manera, a pesar de que ella use magia de hielo y tú de fuego.

¡Si! ¡Definitivamente era ella la de mis sueños! La chica rubia de ojos azules y piel blanca como la nieve que tenía poderes de hielo. Esa misma. Y si, puede que Lisanna tuviese razón, puede que Elena y yo estuviésemos conectados de alguna manera.

Nos pasamos un buen rato más charlando y tratando de entender lo que había sucedido la noche anterior después de que yo le hubiese dado aquel puñetazo ardiendo a Asmodeus y llegamos a la conclusión de que aquella luz cegadora que vimos fue resultado de que el deseo se había cumplido, mi deseo. También de cómo era posible que su hermana no recordase nada de su mundo o de cómo había llegado hasta el mío. Efectos del poder de Asmodeus supongo.

Alan Heek y La Espada MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora