Capítulo 17: Hielo y fuego (II)

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La expresión de Elena me lo dijo todo cuando terminé de contarle lo que tenía que decirle. Se veía que estaba alucinando, y pude notar un cierto deje de desconfianza en la primera mirada que me dirigió tras mi pequeña explicación, pero acabó aceptándolo. Yo lo entendí perfectamente. No era nada fácil de digerir así de primeras.

-Todo...¿todo eso es cierto?-preguntó con un hilo de voz.

Yo asentí y me puse en pie.

-No tengo razones para mentirte. Te he contado la verdad. Necesitabas saberla.-observé el cielo estrellado durante unos segundos, exhalando todo el aire acumulado en mis pulmones-Ahora tenemos que saber por qué los demonios os atacaron anoche.

-Dime una cosa.-su voz se tornó seria. Me puso los pelos de punta-No salvaste a mi hermana de unos ladrones, ¿verdad?

Dejé escapar una pequeña risa y la miré negando con la cabeza.

-No. También fueron demonios. Y debemos saber el por qué de sus ataques.-ella asintió ante mi explicación y alzó de nuevo la mirada.

-Por cierto-añadió-, a lo mejor no debería de preguntarte esto. Es cierto que eres como yo, pero...¿eres humano?

Me hizo gracia su pregunta. La mente humana es terriblemente curiosa con las cosas que no comprende.

-En gran parte si. Soy un cazador de demonios. Una persona con habilidades superiores a las de un humano normal. 

-¿Y ese perro que atacó a los demonios quien era?-preguntó enredando un dedo en uno de sus cabellos rubios.

Abrí los ojos de par en par al escuchar la pregunta y solté una carcajada. Claro, los humanos normales veían a Leo como un perro, no como lo que realmente era.

-¿Leo? Es mi compañero desde hace muchos años.-contesté-Y no es un perro. Eso es lo que los humanos ven. En realidad, es un leopardo.

-¿Un leopardo?-exclamó un poco asustada, pero yo la calmé, diciéndole que era más humano y racional que muchos otros humanos. De hecho, me sorprende que no pueda hablar.

-Llevamos juntos desde que me expulsaron de la Escuela. Me lo encontré de casualidad en el bosque y desde ahí hemos sido inseparables. Para mí es muy especial. Espero que lo entiendas.

Ella me miró detenidamente durante unos segundos y soltó una carcajada.

-Eres un chico muy raro, Alan Heek, pero eso no tiene por qué ser malo.-dijo peinándose con una mano. A decir verdad, parecía un ángel con esa increíble cabellera rubia cayendo en una melena y la tenue luz de la luna reflejándose en sus exóticos ojos azules. Me quedé completamente embelesado durante unos segundos, observándola sin perder el más mínimo detalle del momento, mientras ella, ajena a mi estado, seguía hablando como si nada.-Sabes...cuando te vi por primera vez sentí una conexión contigo, algo que nunca había sentido con nadie más. Fue ahí, ya desde el principio, que tenía la certeza de que eras como yo. Y no me equivocaba.

Yo le sonreí y nos quedamos callados durante unos segundos. Sin embargo, ese momento mágico se fue al traste cuando mi oído captó algo en la lejanía. Los cazadores de demonios tenemos los sentidos un poco más desarrollados que un humano corriente y, por lo tanto, aunque aquel sonido venía de lejos y Elena no fue capaz de notarlo, yo si lo escuché.

Era Leo. Leo me llamaba.

Temiendo por la integridad física de mi fiel compañero de lucha no dudé en despedirme de Elena.

-Esto...yo...tengo que irme.-musité nervioso, sin saber como explicarle exactamente lo que sentía-¡Me acabo de acordar que tengo que hacer algo importante!

Alan Heek y La Espada MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora