Mis reflejos no fueron suficientes. El demonio alzó el vuelo y me agarró de la nuca. Mi cara se estrelló contra el suelo otorgándome un dolor insoportable y traté de zafarme de su agarre, pero él estrelló su puño contra mi estómago y caí al suelo.
A lo lejos, Elena y Lisanna estaban siendo sometidas por Laxis. A pesar de los increíbles poderes de Elena, la diablesa, simplemente, era más fuerte.
Me levanté entre temblores y observé a mi enemigo. Traté de mantenerme en pie pero casi me caigo. El fuego me había abandonado, y estaba hecho polvo.
-Parece que te has quedado sin fuerzas, elemental del fuego. Resultas patético.
Apreté los dientes y avancé hacia él, pero el demonio fue más rápido y me lanzó un zarpazo que rasgó mi traje ignífugo en el hombro e hizo que aullase de dolor. Acto seguido, voló hasta mí y estampó una de sus patas contra mi pecho, dejándome sin respiración. Gruñí con rabia. No podía hacer nada. Nunca me había enfrentado contra alguien tan fuerte.
Sin embargo, la esperanza apareció en forma de felino. Leo llegó trotando hasta mi posición pero, en lugar de atacar al demonio, hizo algo que me confundió.
Saltó sobre la farola más cercana y, a base de zarpazos y golpes, consiguió tirarla al suelo. El cristal se rompió, y varias chispas saltaron antes de que la luz se apagase. No obstante, esas chispas, aunque eran insignificantes, cumplieron una gran función.
Al entrar en contacto con la hierba seca de mi alrededor, ésta se incendió en milésimas de segundo, provocando un gran incendio con unas llamas increíbles. Sabía que mi poder consistía en el fuego, pero, ¿de qué me servía a mí eso si estaba agotado? Estaba a punto de averiguarlo.
A medida que el fuego se extendía me di cuenta de dos cosas: la primera fue que el fuego no me afectaba, es decir, ni me quemaba ni me hacía daño. Era como si no estuviera. La segunda, las llamas venían hacia mí.
Con asombro observé como el fuego avanzaba hacia donde yo me encontraba. No, no era que el fuego avanzase hacia mí, mi cuerpo lo atraía, mi cuerpo lo absorbía.
Nunca antes había sido testigo de algo así. Mi cuerpo estaba absorbiendo el fuego como si fuera una esponja. A medida que lo iba absorbiendo, sentía como las fuerzas volvían a mí. Volvía a estar a tope.
El fuego desapareció, absorbido completamente por mi cuerpo. El demonio me miró y emitió un pequeño gruñido de impresión.
-Así que en esto consisten mis poderes...-dije apretando los puños.-Los utilizaré debidamente.
Dando un grito me abalancé sobre el demonio y le propiné un fogonazo en el abdomen, lanzándolo varios metros en el aire. Jhakar chocó contra un árbol y me observo ¿con temor?
Mientras caminaba hacia él sentí toda la energía recorrer mi cuerpo y, en ese momento, mis manos se transformaron en garras. Y podría jurar que mis ojos brillaron con un color anaranjado. El fuego me envolvía como un furioso huracán, protegiéndome y elevándose más de diez metros en el aire. Y yo sonreía. Nunca me había sentido así.
Me di cuenta de que tanto Elena como Lisanna y Laxis habían dejado de pelear y observaban la escena con asombro.
Me pareció ver sudar a Jhakar.
-Tú... tú no eres normal.-susurró.-No puedes ser un simple cazador de demonios. ¡Eres un monstruo!
Grité. Mis garras envueltas en llamas se cerraron en un puño y alcanzaron su rostro, partiéndole el cuerno que le quedaba. La explosión fue descomunal, y varios árboles fueron partidos por la mitad, atravesados por un derrotado Jhakar, el cual salió despedido decenas de metros como resultado de mi golpe, rodando por el suelo y chocándose contra todo.
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Alan Heek y La Espada Mortal
Fantasi¿Qué pasaría si algún día descubrieses que eres capaz de controlar una poderosa magia que nunca antes nadie había podido controlar? Eso es lo que le sucede a Alan Heek, cuya percepción del sobrenatural mundo que le rodea cambiará por completo al dar...