Capítulo 26: Juntos somos imparables

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"Solos somos fuertes, pero juntos... Juntos somos imparables"



Ya me hallaba frente a la puerta de Elena, mejor dicho, nos hallábamos. La de su hermana estaba cerrada y no se veían indicios de luz por lo que supuse que estaría dormida. Levanté la mano para tocar la puerta pero a mi mente llegaron las imágenes de la chica furiosa conmigo aquella misma mañana y me achanté un poco. Estuve unos minutos vacilando, dudando si entrar o no, pero recordé las palabras de Aiden y también las de Lisanna en su momento: "Ella te tiene aprecio Alan" Sin pensármelo dos veces más toqué la puerta tres veces con los nudillos y contuve la respiración. Los segundos se hicieron eternos hasta que oí su cálida y dulce voz diciéndome que podía pasar, aún sin saber que era yo.

Abrí la puerta con cautela. Elena estaba sentada en el borde de la cama, aguardando. A diferencia de a la tarde, su pelo estaba recogido en una coleta, pero seguía quedándole estupendamente bien. Las arrugas en las sábanas dejaban claro que se acababa de acomodar para recibirme, pues antes se hallaba tumbada boca arriba. En su mesita de noche, junto a la lámpara que iluminaba el resto de la habitación, descansaba un pequeño libro. No pude adivinar sobre que era, la letra era demasiado pequeña.

-Hola Elena-mi voz sonó un poco ronca, o eso me pareció a mí.-¿Puedo pasar? Si no te molesta claro.

-Sisi, pasa. No esperaba esta visita de tu parte.-me hizo un hueco a su lado en el borde de la cama y yo me senté-¡Hola Leo! ¿Cómo estás gatito?-sonrió acariciando a Leo antes de que él se sentara más cerca de mí que de ella.

-La verdad es que yo tampoco. Solo venía a disculparme.-estaba un poco nervioso y las manos me temblaban pero la tranquilizadora mirada de Elena bastó para calmarme- Lo siento mucho Elena, en ningún momento quise manteneros bajo control ni nada por el estilo. Me expresé mal, y lo siento, de veras, no sabes cuanto.-llevé mis dos manos a mi pecho en un acto de pura sinceridad y mi mirada se cruzó con la de mi compañero felino.

-Si que lo sé, no lo hiciste intencionadamente y te perdono por ello. Yo también tengo que disculparme.-dijo ella y sus palabras me sorprendieron. ¿Disculparse? ¿Por qué?-Estaba en caliente y dije cosas que no debería haberte dicho. Dije que tu vida no me importa. Si que me importa Alan, claro que si, porque me preocupo por ti y confío en ti.-su mirada se posó en la mía. Estábamos cerca, demasiado cerca.-Es tu vida y puedes hacer lo que quieras con ella, estar con quien quieras.

-Elena-añadí yo para aclararlo-. Entre Lara y yo no hay nada. Ella me besó, pero yo no quería ni quiero tener nada con ella.

Sus ojos azules se iluminaron durante una fracción de segundo. Eso me sorprendió y mi corazón se aceleró repentinamente.

-Respecto a eso...también lo siento. No sé por qué me enfadé-al rostro de Elena se le subieron los colores-, supongo que porque andabas por ahí con una extraña. Perdóname Alan.

-¿Estás de coña?-mi confusión no cabía en mi ser-Me parece totalmente normal tu enfado. No pasa nada. Por cierto-hurgué en mi bolsillo y encontré el colgante que le había conseguido-. Te he hecho esto.

Ella abrió los ojos como platos, observando el collar con la esfera de cristal en la que se hallaba un pequeño dragón de color azul sosteniendo una llama de fuego real creada por mí. Desvió la mirada hacia mí, impresionada y emocionada a partes iguales.

-¡Oh! ¡Alan! ¿Lo has hecho tú?-preguntó mientras lo depositaba en sus manos para que pudiera admirarlo.

-Bueno, a medias, pero si. La llama la creé yo mismo.-le eché una fugaz mirada a su brillante sonrisa y volví a clavarla en sus ojos-Mientras yo viva ella arderá. Con eso sabrás que estoy bien. Volví a mirar a Leo y éste asintió con la cabeza, dándome su aprobación a lo que acababa de hacer.

Alan Heek y La Espada MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora