El viento golpeaba mi cara y revolvía mis cabellos como si fuera un furioso huracán mientras yo corría y corría por la calle. No sabía de qué huía pero mi instinto me ordenaba que me alejara de ellos lo máximo posible, necesitaba estar solo y procesar la información que me acababan de proporcionar. Tras estar un buen rato corriendo me detuve a recuperar el aliento. Estaba furioso, confuso, asustado...
Por fin todo encajaba, todo tenía un sentido, uno que no me gustaba nada; yo había sido el imbécil que había traído a Elena a este mundo, la había puesto en peligro por un capricho, por una obsesión tonta. Había hecho más poderoso a Asmodeus al pedirle el deseo, había despertado a un gran mal en el mundo. Todo era mi culpa, mi maldita culpa.
Y aún por encima descubría que era hijo de un demonio.
-¡¡¡¿Qué he hecho yo para merecer esto?!!!-la furia me inundó y le pegué un violento y fugaz puñetazo a una papelera haciéndole un pequeño boquete en el lugar del impacto casi sin hacerme daño.
Asombrado, me observé el puño con el que había golpeado: estaba extrañamente intacto.
-<<¿Qué es lo que soy?>>-esa pregunta rondaba mi cabeza una y otra vez en un bucle continuo. Nunca antes me había sentido tan perdido, como si no supiese quien era realmente.
Los pensamientos negativos llenaban mi cabeza por completo por lo que, una vez llegado al claro en medio del bosque al que solía ir para estar solo, me tumbé más o menos en el centro del césped para observar el cielo y liberar mi mente. El cielo estaba casi completamente despejado, apenas había nubes y la luna aún no había salido por lo que las estrellas podían observarse perfectamente sin necesidad de forzar demasiado la vista.
-¿Qué es lo que soy realmente?-dije para mí mismo en voz alta con una pizca de rabia palpable en mi voz.
Mis ojos se humedecieron. Estaba perdiendo el control otra vez, tenía que calmarme o sino podría ocasionar un buen incendio o algo peor. Pero mi mente no razonaba, solo había miedo, furia y confusión en ella. Los tres peores sentimientos en alguien como yo, porque cuando se mezclan, te conviertes en una bomba de relojería.
Y en eso me había convertido yo.
Apreté los dientes con fuerza y me agarré la cabeza con las manos tratando de detener el sentimental dolor que sentía. Notaba una presión en el pecho. Mi respiración y mi pulso se aceleraron con rapidez. Estaba ocurriendo de nuevo.
-¡¡NO!! ¡¡No, no, no!! ¡Otra vez no!-le pegué un furioso puñetazo al suelo, con algo de suerte descargaría mi ira y todo volvería a la normalidad. Eso fue lo que pensé. Pero no fue así.
Poco después de dar el puñetazo el césped a mi alrededor comenzó a arder con fulgor como si estuviese cubierto de gasolina. Yo trataba de detener el fuego haciendo aspavientos con las manos y pisándolo con los pies pero lo único que conseguía era hacerlo más fuerte y peligroso. No podía controlarlo como lo había hecho anteriormente. Al mismo tiempo, mi cuerpo entero comenzó a brillar a medida que el fuego me envolvía hasta formar una gran columna de fuego ascendente que me rodeó completamente y envolvió todo mi cuerpo.
Cuando ya estaba al borde de la desesperación un enorme chorro de hielo impactó de lleno contra el fuego que me rodeaba apagando parte de él y me giré en la dirección de la que provenía ese hielo. Una voz inconfundible para mí resonó entre las llamas. La voz de Elena.
Observé su figura entre las llamas.
-¡Atrás Elena!-grité con el fuego abrasador rodeándome y girando en espiral en torno a mi cuerpo como un tornado.-¡No te acerques a mí!
Sin embargo, y pese a mis constantes advertencias, la chica rubia caminó hacia mi posición, exponiéndose al calor asfixiante que había a mi alrededor.
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Alan Heek y La Espada Mortal
Fantasi¿Qué pasaría si algún día descubrieses que eres capaz de controlar una poderosa magia que nunca antes nadie había podido controlar? Eso es lo que le sucede a Alan Heek, cuya percepción del sobrenatural mundo que le rodea cambiará por completo al dar...