Capítulo 12: Hermanas en apuros

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-Alan, tenemos que hablar.

Esas fueron las palabras que me dirigieron tanto Aiden como Zack cuando nos despedimos. A pesar de que al día siguiente había clase decidimos quedar a la noche ya que ellos parecían querer contarme algo.

-A la noche te avisamos. No faltes.-la seriedad con la que me dijeron eso hizo que frunciese el ceño. ¿Qué demonios era tan importante para no querer decírmelo al momento? ¿Y a qué venía esa seriedad? Nunca los había visto así.

Tras despedirme de Lisanna, Elena y Mark me dirigí hacia casa. Había sio una tarde maravillosa. De hecho, nos habíamos sacado una foto todos juntos haciendo el tonto frente a la puesta de sol. Sonreí por dentro al recordarlo. Ya no me sentía tan solo.

Cuando llegué a casa mi madre (madrasta, debería decir) ya había llegado y estaba en el salón viendo la tele.

-¿Dónde te habías metido?-exclamó sin apartar la vista del televisor.

-Por ahí, con unos amigos.-dije despojándome de mi sudadera.

Ella se giró hacia mí.

-¿Eran esos chicos otra vez?-dijo y yo asentí.-Deberías expandir tu círculo de amistades. Siempre estás con los mismos.

-¿Dónde está Leo?-dije cambiando de tema.

Sara hizo un gesto hacia atrás con la cabeza.

-Antes estaba en la cocina. Tienes que hacer que ese chucho espabile. Se le ve muy parado.

"Si tú supieras..."

-Lo haré, mamá.-no pude evitar reír por dentro. Se pensaba que era un perro debido al conjuro del profesor Hook.

Al llegar a la cocina y encender la luz me encontré al leopardo sentado en el medio de la estancia con las orejas levantadas y mirando detenidamente por la ventana.

-¡Compañero!-dije acariciándole la cabeza con una de mis manos.-¿Todo bien?

Leo asintió con la cabeza. No obstante, estaba raro, inquieto.

Tras encogerme de hombros abrí la nevera y me calenté unos espaguetis, sobras del día anterior. Después de llenarme la tripa a base de bien fui a mi habitación y me tiré en la cama a escuchar música. Tenía que relajarme un poco.


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Las dos hermanas se encontraban cenando tranquilamente en la mesa del comedor mientras veían algo por la tele.

-¿Qué tal la tarde Elena?-preguntó Lisanna antes de beber de su vaso de agua.-¿Qué te parecieron los chicos?

La chica rubia platinada sonrió levemente.

-Son buenas personas. Hiciste bien en hacerme ir con ellos anoche.-sonrió la hermana mayor recordando el buen rato pasado a la tarde.-Por cierto. He visto que te llevas especialmente bien con Alan.

Lisanna levantó la vista del plato, ligeramente ruborizada, encontrándose con la divertida mirada de su hermana mayor.

-No es lo que piensas.-contestó haciendo una mueca.-Me cae bien, eso es todo. Es muy simpático.

Elena terminó de comer y dejó el plato en el fregadero. Miró de nuevo a la pelirroja. Su mirada se había ensombrecido un poco, y Lisanna se dio cuenta enseguida. Conocía a su hermana mejor que nadie.

Alan Heek y La Espada MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora