Capítulo 44: Contraataque (II)

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En el centro de la sala, unas nubes negras giraban a gran velocidad en torno a algo que había dentro de ellas en un hexágono dibujado con líneas negras. Al lado, la Espada Mortal permanecía incrustada en el suelo, en el centro de otro hexágono dibujado con lo que parecía ser sangre y de ella emanaba una extraña energía que parecía alimentar a las nubes. Rodeándola, se encontraba el demonio Hydra, y parecía que la estaba protegiendo. A unos metros, en el trono que ya había visto anteriormente, estaba él.

-Imposible.-murmuró al verme vivito y coleando. Estaba sorprendido. Eso me subió la autoestima. No obstante, una risa procedente de las nubes negras me sobresaltó.

-¿De veras creías que lo habías matado?-la inconfundible voz de Lilith resonó en la estancia.-Asmodeus, eres más idiota de lo que yo creía.

Sin esperar ni un segundo más me abalancé sobre él. Asmodeus portaba una especie de armadura metálica que le protegía la piel pero eso no iba a ser un impedimento para mí.

-¡Tú mataste a Mark!-rugí asestándole un espadazo contra la armadura, dejando un corte largo pero poco profundo. Asmodeus gruñó y me propinó un zarpazo en uno de mis brazos. Yo grité enfurecido y, concentrando toda mi energía, estiré el puño hacia delante y le lancé una llamarada de fuego que le golpeó en el pecho y lo lanzó contra la pared de la sala.

Como una centella corrí y salté sobre él con la espada en alto, pero solo conseguí clavarla en el suelo. Asmodeus se había recompuesto del golpe y había conseguido esquivarme con relativa facilidad. Sin darme tiempo a reaccionar, el demonio me dio una fuerte patada en el abdomen. Trastabillé un poco y casi me caigo, pero conseguí mantenerme en pie.

-¡El deseo lo pediste tú idiota!-dijo asestándome un golpe con la base de sus garras en el tórax, rasgándome un poco la piel en el acto.-Y ahora verás como la humanidad es destruida.

No aguanté más. La energía recorrió mi cuerpo y estallé en una bola de fuego. En un abrir y cerrar de ojos dirigí una poderosa llamarada de fuego hacia Asmodeus que hizo caer al gran demonio al suelo y le aplasté el pecho con uno de mis pies. Alcé a Esperanza y apunté a su pecho con ella.

-Si me matas, ella también se irá.-dijo-Desaparecerá para siempre.

Esas palabras me detuvieron en seco. ¿Qué? ¿De qué estaba hablando?

Aprovechándose de mis dudas, Asmodeus me golpeó con una de sus patas y salí despedido hacia atrás. Caí de espaldas contra el suelo haciéndome daño en la espalda en el proceso. Cuando el Demonio Mayor ya se estaba acercando, una sombra cruzó la puerta de la sala y saltó a la espalda de Asmodeus, clavándole un cuchillo repetidas veces en la única zona de su cuerpo-además de la cara- donde no tenía armadura.

-¡Alan no le escuches! ¡Está tratando de confundirte!-el demonio rugió de dolor y consiguió agarrar a Laxis y lanzarla lejos. La diablesa extendió las alas para aumentar la fricción con el aire y así frenar el impacto contra el suelo.

Yo me había quedado perplejo. No podía ser cierto, eso no podía ser verdad.

-Mientes-dije con una mueca de rabia y extendí mis manos hacia él.-Estás mintiendo porque no quieres que te mate.

Él clavó sus ojos rojos en los míos.

-Mírame a los ojos, Alan Heek, y dime si estoy mintiendo. Si me matas, esa chica a la que le tienes tanto aprecio desaparecerá.

Le hice caso y le miré. No sabía por qué, pero algo me decía que me estaba diciendo la verdad.

Las rodillas me fallaron y apunto estuve de caer al suelo. No, eso no podía ser. Si mataba a Asmodeus, Elena también moriría. Pensándolo bien tenía todo el sentido del mundo. Al ser Elena real gracias a Asmodeus, si él moría, ella moriría con él.

Alan Heek y La Espada MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora