Capítulo 22: El pacto

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(Alan)

El hombre de mediana edad nos observó a los tres con una mueca de confusión en su rostro.

-A ver...¿qué es lo que ha pasado?-se recostó en su silla y yo tragué saliva.

-Verá profesor...se va a reír-comencé mientras jugueteaba distraídamente con una pequeña llama que yo mismo había creado entre mis dedos.

-Alan ha matado a la vampiresa-soltó Aiden de sopetón y yo le lancé una mirada asesina.

-¡¡¿Qué has hecho qué?!!-escupió el profesor Hook dándose un pequeño golpe contra la mesa.

-Se estaba metiendo conmigo.-refunfuñé cruzándome de brazos- Me estaba provocando.

El por aquel entonces director de la escuela se llevó las manos a la cabeza y suspiró profundamente expulsando todo el aire de sus pulmones.

-¡¿Alan qué has hecho?!-dijo claramente enfadado-Sois como críos, siempre liándola...¡Ella iba a ser la forma mediante la cual íbamos a establecer una alianza con los vampiros! Ahora...ya no será posible.

Había sido culpa mía, de nuevo había perdido el control. Me sentí terriblemente mal.

-Lo siento profesor. Mea culpa, mea máxima culpa.-agaché la cabeza ante él pidiéndole perdón por lo sucedido.

-Profesor, Alan perdió el control de sus actos. No ha sido culpa suya, no lo culpe. Nosotros debimos haberlo previsto y haber hecho algo para evitarlo-dijo Zack, defendiéndome.

Yo le dirigí una amable sonrisa.

El profesor Hook me ordenó que abandonara su despacho así que me di la vuelta y salí por la puerta tras recibir una palmadita en la espalda por parte de Aiden. Podrían meterse conmigo todo lo que quisieran pero en el fondo se preocupaban por mi. Ellos si que eran amigos de verdad.

Bajé las escaleras de caracol que conducían al piso de abajo y me adentré en los baños. Observé mi propio reflejo en el espejo. ¿Qué había hecho yo para merecer eso? ¿Esa maldición?

Descargué un puñetazo contra al bidé con rabia, dejando un pequeño boquete. No obstante, me di cuenta demasiado tarde de que esa era la mano con la que había realizado aquel golpe que había destrozado a la vampiresa y ahogué un gemido al sentir inmensas punzadas de dolor recorrerme los dedos de la mano derecha. Seguía sensible después de lo ocurrido.

 Repentinamente escuché un ruido y una pequeña carta de fuego apareció volando ante mí y yo la cogí con mi mano derecha, frunciendo el ceño.

-¿Qué demonios...?

 No había mucha cosa escrita en ella pero lo poco que había era claro y conciso:

"Mañana a media mañana enfrente de tu antigua casa. Ven solo".

Laxis.

Tropezé de la impresión.

-¿Qué?-dije en alto sin cortarme ni un pelo. ¿Qué rayos quería esa arpía?

Al lado de su nombre había una carita sonriente con dos pequeños cuernos, supongo que simbolizando el hecho de que era una diablesa. Estaba un poco anonadado, pues no esperaba para nada que la diablesa quisiese verme. Era una enemiga. Nuestra enemiga. ¿Qué hacía concertando una quedada conmigo? No entendía nada.

Salí del baño dándole vueltas a la cabeza, y estaba tan distraído que casi me choco con Elena.

-¡Alan! Precisamente te estaba buscando.

Como un rayo escondí la carta en mi mano izquierda y le prendí fuego, reduciéndola a cenizas en segundos mientras esbozaba un sonrisa nerviosa.

-¿Qué era eso?-sus exóticos ojos azules se posaron en mí como si me estuvieran escaneando.

Alan Heek y La Espada MortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora