Capítulo 30

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Ambientado en el capítulo 76 del manga.

El Dragón Negro y el Feliz Grupo de Hambrientos se reunía para comer. Mio estaba increíblemente callada e incómoda, sentada entre Shin-Ah y Zeno con la espalda muy recta y los hombros tensos.

Había escuchado de boca de Hak sobre Soo-Won, Yona y el Rey Il; y a petición de ella, sobre el padre del rubio, Yu-Hon. No parecía muy tranquila. 

Yoon repartió la comida entre los demás y comenzaron a comer, en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Mio sabía que no tardarían demasiado en comenzar a hacerle preguntas.

La inmortal no se equivocaba, ya que unos momentos después el menor comenzó a verse incómodo mientras trataba de buscar las palabras correctas.

-Mio... En la batalla...- comenzó, a trompicones, sin querer molestar a la de cabello violeta pero sin querer callarse sus dudas.- Hum... ¿Pasó algo...?

Mio suspiró para tranquilizarse, cerrando los ojos. Se recordó que debía comenzar a superar su pasado si quería seguir viviendo en el presente. Cuando respondió, no se mostró enfadada, mantenía un rostro tranquilo y sin emociones.

-La última vez que estuve en el campo de batalla, era pequeña.- dijo, calmada.- Con Hiryū.- se tomó unos segundos para respirar.- Tenía 14 años, bueno, estaba a punto de cumplirlos. Lo que en aquel momento era Xing, o parte de el, había invadido nuestro territorio con todos sus soldados, y se había aliado con otra nación enemiga fronteriza que le aportó más tropas. De aquella, éramos el reino más poderoso y el que más abarcaba, mucho más de lo que es hoy en día, y todo el mundo estaba dispuesto a sacrificarse por su nación y por conseguir más terreno.- explicó, seria. Para ese punto ya tenía la atención de todo el mundo, que la observaban en silencio a la espera de su continuación. Mio suspiró.- Las batallas con el Rey Hiryū y los Dragones eran muy diferentes. Sangrientas, violentas, y generalmente mucho más cortas de lo esperado, aunque podíamos estar batallando durante días. 

Por alguna razón, Mio miró a Zeno, y vio cómo este le devolvía la mirada. Parecía muy interesado, volcado en la historia que ella contaba. Los ojos azules del contrario, sorprendidos, parpadearon unas veces de forma algo cómica antes de que le dedicase a la inmortal una sonrisa sin mostrar los dientes. La de cabello violeta apartó la mirada, quizá algo intimidada por todas las miradas sobre ella. 

-En esa última batalla, fui herida en...- se calló un momento, para pensar mejor sus palabras. Se llevó una mano al costado.- ...En el abdomen...- se detuvo de nuevo, sabiendo que aquello no tendría sentido y que los demás se darían cuenta de aquello. Trató de arreglar la situación, sin mirar a nadie.- No me estaba curando, por alguna razón, como suele pasarme cuando recibo alguna herida. Me secuestraron y me tomaron como rehén sin que nadie se diese cuenta. Para cuando Hiryū y los Dragones se dieron cuenta, ya estaba encadenada de pies a cabeza en una celda y lista para que pidiesen negociar con Hiryū a cambio de tierra y recursos. 

>>Es obvio que él no accedió, pero los Dragones fueron a buscarme. Mientras tratábamos de salir, nos rodearon y nos enzarzamos en una batalla. Yo... perdí un poco el control.- admitió, algo avergonzada.- Cuando volvimos a casa, el Rey Rojo me prohibió volver a pelear, y tuve que quedarme en el castillo mientras los demás seguían luchando por nuestro reino y la protección de nuestra gente. 

Se quedó en silencio, jugando con sus dedos. Ao, subida a su rodilla, se restregó contra el dorso de su mano en busca de atención, y Mio comenzó a acariciarla en la cabeza con suavidad. 

Shin-Ah mantuvo su silenciosa mirada sobre Mio, mientras que Kija la puso en el suelo. Jae-Ha y Hak se miraron sin decir nada. Los demás pusieron la mirada en otro lugar, sin interrumpir el hilo de pensamientos de nadie. 

Mi Dragón - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora