Capítulo 39

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Maratón 2/3

Bajo la piel.

Había comenzado a llover. El colorido grupo se había dividido en varios equipos pequeños. Unos atendían a los heridos, otros buscaban al hombre responsable de varias muertes en la cueva y otros buscaban a su compañera desaparecida. El primer grupo lo conformaban aquellos que llevaban realizando la tarea desde el principio, Yona, Yoon y Zeno; en el segundo estaban Hak y Kija; y en el tercero Jae-ha y Shin-Ah, aunque los dos últimos grupos estaban más centrados en buscar a Mio que en nada.

Un grupo de mujeres aterradas había bajado la montaña, algunas cargando niños y otras cuerpos de hombres pertenecientes a los aldeanos, y habían buscado ayuda tan pronto como pudieron.

La descripción de Mio puso nerviosos a sus compañeros, sobre todo al ver cómo la describían con horror y ansiedad. Yona fue seria y les avisó que no hablaran de la inmortal de aquella forma frente a ella, con sus ojos violetas centelleando, y las contrarias trataron de cambiar de tema y suplicaron ayuda para encontrar al niño desaparecido.

Yona y Zeno terminaron dejando a Yoon a cargo después de pasar casi una noche completa trabajando. Hak y Kija habían regresado hacía unos minutos, y pasaron por allí para ver como iban los heridos. Tras una pequeña charla, dejaron al menor trabajar un rato más (a pesar de que trataron de convencerle para que se fuera a dormir un poco y él rechazara), y los cuatro salieron en busca de la mayor. Yoon les deseó suerte por lo bajo, con la cabeza agachada y un tono desanimado.

Ellos anduvieron por un tiempo, en silencio. Se lamentaron de que Mio sólo pudiera sentir la presencia de Yona, y que ni los demás dragones ni ella misma tuvieran una conexión con la inmortal que les permitiera sentirla de la misma forma. Reencontrarse quedaba en manos de Mio, o de sus propias habilidades de búsqueda.

Regresaron de nuevo al lugar donde debería haber caído tras la explicación de las aldeanas del sitio, muy abajo. Desde allí veían la pared que se había abierto y el agujero formado cuando el techo se hundió, sobre sus cabezas.

Otra vez, llamaron a gritos y buscaron entre los escombros. Buscaron por los alrededores, en caso de que se hubiera levantado y tratado de regresar a la aldea, y ellos atravesaron los altos árboles buscando tras cada tronco.

Yona estaba a punto de echarse a llorar, cuando sus pies se redirigieron al bajo lleno de rocas al pie de la montaña. Buscó y buscó sin descanso, llamando a Mio con una voz temblorosa y cansada.

Según lo que los niños le habían dicho, ni aunque Mio quisiera, no podría gritar de regreso. Su voz parecía haber sido dañada, y no tenía idea de cómo iba a hacer para encontrarla.

-¡Mio!- gritó, desesperada.- ¿¡Dónde estás!?

Había muchas cosas que quería gritarle, pero su garganta se aferraba a aquellas palabras con fuerza.

Recordaba muy vívidamente lo que les habían dicho. El hombre que logró escapar había hablado con Mio acerca de un "trato", la trataba de usted con un escalofriante respeto y hacía las cosas que ella decía. No quería pensar en esa posibilidad, ninguno de los siete quería, pero aquella idea continuaba regresando a sus cabezas, en una parte posterior de esta donde no lograban olvidarla.

Mio no sería capaz de hacer algo así... ¿no?

Yona bajó la mirada y se abrazó a sí misma.

Mio les decía que a veces la sangre de dragón actuaba dentro de ella para proteger a Yona sin que ella quisiera hacerlo. Sin embargo, también les decía que a veces se obligaba a reprimir aquella parte de ella que quería hacerle daño a la pelirroja. Decía que tras varios años conviviendo con Hiryū y sintiéndose de la misma manera, lo hacía de la mejor forma posible para suprimir aquellos impulsos.

Mi Dragón - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora