Capítulo 38

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Maratón 1/3

Caída

Siguieron los desesperados gritos que suplicaban ayuda, corriendo en dirección opuesta a las personas que huían. Un nuevo temblor sacudió la montaña. 

-Hay riesgo de desmoronamiento.- dijo Yoon, asustado. Una niña comenzó a llorar cerca de ellos, y se detuvieron para buscarla con la mirada. Tenía el tobillo inflamado y se agarraba la pierna con ambas manos mientras que dejaba salir espesas lágrimas. Sus padres no parecían estar cerca. El chico genio tragó en seco.- Me quedaré curando heridos. Las personas que rescatéis, enviádmelas.- pidió, serio.- No podré ser de ayuda arriba... pero sí aquí.

Kija asintió, manteniendo la calma.

-Me quedaré a ayudar.- aseguró Yona, dando un paso al frente.- Podremos organizar una evacuación si las cosas salen de control. 

-Shin-Ah ayudará a atisbar a las personas y Ojos Caídos las traerá aquí.- atajó Hak, serio.- Zeno, quédate a ayudar.

-¡Zeno se quedará!- exclamó. 

Mio se dio la vuelta y comenzó a correr montaña arriba sin esperar a nadie. El suelo había comenzado a temblar de nuevo, y vio por el rabillo del ojo como el soporte de una de las casas se derrumbaba bajo su propio peso. Y allí, dentro de la construcción y llorando solo, había un pequeño niño de menos de dos años. 

La inmortal corrió a aquella velocidad que los humanos no alcanzaban, dando largas zancadas y con la vista fija en el infante, llegando y lanzándose al interior de la casa justo cuando esta colapsaba y el techo se hundía. Con el brazo izquierdo abrazó al niño y lo apretó contra su pecho con rapidez, a gatas sobre el suelo y protegiendo al menor entre su cuerpo y el suelo. Agachó la cabeza para no recibir ningún golpe en la nuca que pudiera ser fatal, y apoyó su mano derecha en el suelo para mantenerse estable en un pestañeo. 

Las paredes de piedra y el techo de madera y paja se derrumbaron sobre ellos. Mio recibió los escombros con su espalda, mordiéndose la lengua para no gritar de dolor y apretando sus ojos para mantener las lágrimas escondidas. Cuando un fragmento de una pared golpeó su cuerpo y la aplastó contra el suelo, ella tosió con fuerza, incapaz de detenerlo, escupiendo una cantidad preocupante de sangre. Su brazo cedió, y en lugar de aguantarse con la mano derecha, tuvo que utilizar todo su antebrazo para no aplastar al niño entre ella y el suelo. 

Se mordió el interior de las mejillas, apretó los dientes y luego pegó un grito. Sentía las pequeñas manos del infante agarrándose a su ropa y a su cabello, oía su llanto mientras que lo protegía y apretaba contra ella. Mio sintió que sangraba, pero en aquel momento no le importó menos. 

Pronto, oyó los ahogados gritos de sus amigos y Kija estuvo pronto levantando los escombros que habían caído sobre ella. La rodearon y la ayudaron a levantarse, preocupados, mientras que ella se ponía en pie con cuidado y abrazaba al niño con una pose protectora, acunándolo en su pecho para que dejara de llorar. Pasaba un brazo bajo sus piernas y otro por su espalda, y lo mantenía tan cerca de su corazón como le era posible. 

Escuchó las voces de sus compañeros, preocupados y exaltados, pero su cabeza daba vueltas y su visión también estaba desenfocada. Les dijo con esfuerzo que estaba bien, y que fueran subiendo ya que necesitaba un segundo para que pudiera recobrar la compostura. Le dejaron espacio para respirar, mientras ella notaba la agitada respiración del niño y veía como poco a poco ella recuperaba el sonido y otros sentidos. Volvió a sentir sus adormecidas extremidades y se tambaleó fuera de los escombros, en busca quizá de alguno de los familiares del bebé, que había dejado de llorar pero se negaba a dejar a Mio ir.

Mi Dragón - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora