Capítulo 4

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Maldición.

-¿El Dragón Violeta?- murmuró alguno, sorprendido.

-Nunca te pedí que te quedaras, eres libre de irte...- murmuró la chica. Le lancé una mirada furibunda y oscura.

-¿Estás de broma, cierto? Sé que eres Hiryū, no puedes negarlo. No te hagas la estúpida, bien sabes por qué maldita razón acabo de perder mi libertad.

-De verdad que no... Yo soy Yona, la princesa de Kouka... Mi padre era el Rey Il, quien fue asesinado por mi primo Soo-Won...- parecía extraña diciendo eso, pero la ignoré y chasqueé la lengua.

-Ahora que he pasado por esta maldita profecía voy a tener que quedarme hasta el maldito final. Dime que es y lo haré enseguida. ¿Quieres que vengue a tu padre y mate a este rey? Ordénamelo. Conseguiré el castillo y la corona para tí sin ayuda de nadie.

-¿Sin ayuda? ¿Quién te crees que eres?- dijo el chico moreno, sarcástico. Le miré tratando de controlarme y no lanzarme sobre él.

-¿Cuál es el poder del Dragón Violeta?- dijo una nueva voz. Me giré a verle y descubrí al Dragón Amarillo, mirándome con la pequeña ardilla sobre su hombro.

-...- me mantuve en silencio unos segundos.- Soy inmortal.- atajé finalmente, hablando de forma reacia.

Oí quejidos de sorpresa a mi alrededor.

-¿Qué?

-¿Cuántos años tiene?

-¿Será de la primera generación...? ¿Por eso nombra tanto a Hiryū...?- me giré hacia Hakuryū.

-Sí. Conocí a Hiryū y a tres de los Dragones Originales.

A mi alrededor se hizo el silencio. Apreté la mandíbula. Oí al Ryokuryū tomar aire, pero hablé antes.

-Ni se te ocurra preguntar más.- me giré de nuevo hacia la mujer.- Dime, ¿es eso lo que quieres? Tan sólo dame una orden. No podré resistirme ni a voluntad.- murmuré sarcásticamente algo más bajo. Agaché la cabeza como esperando un mandato, apretando la mandíbula de nuevo. Odiaba exponerme así.

-No, no es eso lo que quiero.

-¿Entonces...?

-Quiero ayudar al reino desde dentro.- me cortó.- A la gente que sufre y que no tiene nada...

-¿Trabajos humanitarios? ¿En serio?- me quejé, hirguiéndome y rodando los ojos.- No me lo creo. ¿Que fue del Hiryū luchador que cargaba sus armas en la batalla...? ¿Sólo quedó esta niña débil de él? Que decepción.

Al instante sentí una ráfaga de viento acercarse a mí y me moví hacia un lado a tiempo de evitar el contacto de un puño con mi mejilla. Miré mal a Hak.

-¿Te ocurre algo?- gruñí.

-No hables así de la princesa, o te las verás conmigo.

-Uh, que miedo. Un poco más y me desmayo.- me burlé, con una sonrisilla de autosuficiencia. Frunció el ceño aún más.

-Retira lo que has dicho de la princesa.

-¿Y qué más? ¿Decir que me enorgullezco de que sea eso lo que queda de Hiryū? ¿Una niña que no puede defender ni a su trono ni a su reino, que se vio despojada de todo sólo por estar ocupada con su pelo y su belleza y ser tan inútil que sólo podía llorar?

Dejé que esta vez me golpeara. Me quedé en el sitio, y sentí como su puño impactó contra mi mejilla.

Muy bien. Hora de jugar.

Mi Dragón - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora