Inicio.
El agua estaba fría. Sonreí y me tiré de cabeza al lago. Adoraba el agua fría.
Buceé hasta el fondo y luego me impulsé hacia arriba con los pies contra las piedras del fondo. Saqué la cabeza del agua y la moví hacia atrás, echando el pelo y mi flequillo lejos de mis ojos.
Miré a mi alrededor. Era un sitio realmente hermoso.
Una alta cascada de brillante y pura agua cristalina que caía con un alegre chapoteo, árboles altos resplandecientes de hojas verdes llenas de vida. La luz se colaba entre ellas y le daba un aire casi mágico al lugar. Estaba por debajo del nivel del suelo normal, al lado de una de las salidas de una profunda cueva, pero sin ningún tipo de techo o formación sobre mi cabeza, el lago, la cascada, los árboles o el pequeño campo en la otra orilla. De ese modo, podía quedarme bajo la lluvia y bajo los rayos de sol, pero todo el lugar estaba protegido del viento por estar como "excavado" en el terreno.
El agua del lago se filtraba por debajo de la tierra, por lo que la única manera de salir de esa profunda depresión era a través de los túneles de la cueva... O nadando hacia arriba por la cascada como un salmón.
Era el paraíso perfecto, el lugar en el que quería confinarme por el resto de mis días para morir allí, y era todo mío. Nadie conocía ese lugar.
Los pasadizos de la cueva que conectaba con la superficie o el exterior eran tan entramados y profundos que era tan fácil perderse como respirar. Aún por encima, esa cueva estaba escondida al fondo de un denso bosque.
Era el lugar que podía considerar "hogar", ya que nunca antes había tenido uno. Sólo yo vivía allí, pero era feliz con mi soledad y no me lamentaba por ello.
Salí del agua y me acerqué a una orilla, dónde ese día había instalado la fogata y dejado la toalla. Me tumbé al margen del lago, con mi brazo colgando por el borde y mis dedos rozando la superficie del agua.
Coloqué el otro brazo sobre mis ojos cerrados y suspiré.
Sentí que me quedaba poco tiempo de paz.
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Bueno, era obvio que el universo me odiaba, pero sólo pedía un mes más de tranquilidad. Nada de eso. Fue a los tres días cuando empecé a sentirme mal.
Cogí aire, con dolor en el pecho, como si tuviera una presión haciendo fuerza justo ahí. En realidad sabía que no era una enfermedad, era algo realmente diferente e increíblemente difícil con lo que lidiar.
Intranquilidad, ansiedad, nerviosismo y un extraño mareo era lo que me acompañaba durante mi jornada.
En el fondo no quería creer que fuera "eso". Me negaba a creerlo, aunque la voz más razonable en mi interior me decía que sí que era así. Pero en ese caso, yo tenía un gran problema, y con mayúsculas.
Sobre todo cuando los dos siguientes días se aumentó mi inquietud y mi impaciencia, más tarde comencé a sentir dolor de cabeza y náuseas.
Sabía que se estaban acercando. Habían pasado lo suficientemente cerca de mí como para sentirme y ahora se estaban acercando. Llevaba mucho tiempo evitando esto, y me parecía una cruel broma del destino que decidieran buscarme cuando las cosas comenzaban a irme bien.
-Maldición.- me quejé en voz alta.
Me toqué la frente para comprobar que tenía algo de fiebre. Chasqueé la lengua y coloqué un paño húmedo sobre mi frente mientras me sentaba bajo un árbol.
Mi mente comenzó a divagar y caí en la cuenta que la última vez que había enfermado había sido hace tiempo, con unos seis, siete u ocho años.
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Mi Dragón - Akatsuki no Yona
Fiksi PenggemarCon el tiempo, la gente pierde cosas. Experimentar pérdidas es parte de la vida. También perder a personas importantes que cambiaron la forma de vivir esa existencia solitaria. Algunos pierden su primer amor. Otros, la armonía de sus relaciones. Se...