Capítulo 6

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Juego perdido.

Esa noche, al igual que la anterior, Mio se había ofrecido voluntaria a quedarse despierta toda la noche haciendo guardia, dando una orden silenciosa a los demás de irse y no molestarla. Al principio algunos estaban preocupados por su falta de descanso, pero ella les recordó de forma apática que era inmortal y que no necesitaba dormir.

Así que de esa forma, todos se fueron a sus tiendas para dormir mientras que Mio permanecía despierta, entre alerta y aburrida, mirando al cielo y contando estrellas.

-¡Ey, Miu! ¿Contamos estrellas?

Sacudió la cabeza para olvidar aquella voz y chasqueó la lengua. Casi de mala gana, vio pasar la estela de una estrella al surcar el cielo.

-¡Mira, Miu! ¡Una estrella fugaz!- la señaló con su dedo y con sus ojos brillantes.- ¡Rápido, pide un deseo!

-¡Cállate!- le gritó ella a la noche, frunciendo el ceño molesta.

Golpeó la rama del árbol con el puño cerrado llena de furia. No quería recordar nada sobre esa persona.

La Dragón respiró profundo y trató de serenarse, cosa que consiguió con mucho esfuerzo e irritación a la vez.

Se centró en mantener su mente alejada de esos pensamientos y sacó su daga de su cintura. Cortó una rama del árbol que no era muy grande, y comenzó a tallarla y a cortarla para hacer alguna forma.

La noche pasó lenta, y Mio ya se encontraba más cerca de terminar su figura de madera. Tenía la forma de un animal, aunque por el momento no podía verse con precisión.

De pronto, Mio sintió algo extraño en el ambiente. Un mal sentimiento recorrió su espina dorsal y observó hacia abajo tomando en silencio su arco. Oyó alguna hoja crujir, y apuntó hacia la linde del claro al oír una rama partirse bajo el peso de una persona.

Por el rabillo del ojo, vio con rabia a una figura escabullirse dentro de la tienda pequeña a una velocidad más rápida que el brazo de la chica. De pronto se oyó un grito ahogado, un forcejeo y un golpe.

Mio no bajó del árbol, pero se puso en tensión. Tomó una flecha y la colocó en el arco, tensó la cuerda y apuntó hacia la tienda.

Como predijo, el hombre salió, arrastrando a la pelirroja, y sus gritos ahogados y sus forcejeos hicieron salir a los demás de la otra tienda.

Mio apenas esperó a que salieran, ya que nada más tuvo al hombre a tiro lanzó la flecha y se la clavó al ladrón en el pecho.

Este cayó al suelo en unos segundos, lo que la inmortal tardó en cargar otra flecha y dispararle hacia el otro hombre que se acercaba a socorrer a su compañero.

Todos miraron hacia el árbol dónde estaba Mio, y ella lo interpretó como el momento de dejarse ver. Bajó de un salto y se acercó a Yona.

-¿Está bien, Ama?

-Si, Mio... Gracias.- dijo ella, sonriéndole mientras se masajeaba la muñeca, aquel lugar donde el hombre la había agarrado.

Miró el brazo de la pelirroja, y un extraño dolor corrió por su sangre y se instaló en su corazón. Esa sangre de dragón, que le decía cosas tan contradictorias, acabaría por volverla loca.

-Volveré enseguida, Ama.- dijo, casi en voz baja.- Hay más con ellos.

Sin decir más y con una leve pero rígida reverencia, Mio salió corriendo al bosque, sin que nadie más pudiera decir nada.

Mientras ella no estaba, decidieron que Hak y Yoon cambiarían sus lugares, para que Yona estuviera protegida, por lo que el chico genio durmió en la tienda grande con los Dragones y la Bestia del Trueno se sentó al lado de su princesa en la tienda pequeña. No podría dormir para asegurarse de que nadie la iba a herir.

Mi Dragón - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora