Capítulo 1

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Inicio.

El colorido grupo de Yona no parecía ni alegre ni colorido. 

Todos, menos Hak, caminaban con las cabezas agachadas, en silencio, los ojos mirando sólo al suelo. Los Dragones tenían expresiones sombrías, Yoon parecía destrozado, Yona no tenía expresión. La Bestia del Trueno mantenía la mandíbula apretada y la mirada oscura, como cuando se nombraba a Soo-Won. 

Habían pasado cinco días desde que habían decidido separarse de Mio. Ya nadie sabía dónde podía estar, y creían que era mejor no saberlo. No querían pensar en qué ocurriría de nuevo si volvían a encontrarse con ella, o cómo irían a reaccionar. Tenían miedo de la reacción de Hak, Kija y Jae-ha. Realmente nadie sabía qué llegarían a hacer. 

Se sentían dolidos y traicionados, pero no podían odiarla. Se habían hecho muy cercanos los unos a los otros, y ellos también sentían haber formado una familia un poco más grande. De esta forma, no iban a ser capaces de pelear con ella, ni siquiera aunque ella fuera quien iniciase la pelea. 

No habían vuelto a hablar del tema, pero nadie dejaba de pensarlo. Recordaban cómo ella les había dicho de marchar, cómo no había negado, desmentido o explicado la situación. Conocían a Mio, y no lograban entender cómo podría haberles hecho aquello. Quizá, pensaron, nunca llegaron a conocerla del todo. 

No volvieron a sufrir ningún ataque por aquellos soldados mercenarios desde entonces, así que se había vuelto más obvio que Mio estaba envuelta con ellos, probablemente ella les decía las localizaciones y les ayudaba a escapar cuando estaban solos. Era por esa razón que no habían vuelto a tener ningún encontronazo con ellos. 

Se habían alejado de la frontera, y ahora estaban bordeando la Tribu del Viento. Yona y Hak sentían las ansias de acercarse y ver a sus amigos, a Son Mundeok, Tae-Woo, Han-dae, o el pequeño Tae-Yeon. Sin embargo, sabían que era imposible, y para asegurar que la Tribu estaría a salvo, ellos no podían acercarse demasiado. 

Tras un par de horas, pararon para comer. Yoon cocinó faisanes (cazados por Kija y Hak) con arroz y verduras. Comieron en un silencio cómodo, aunque cada uno se hundía en sus pensamientos mientras intercambiaban un par de palabras. 

Más tarde, cuando anochecía, dieron con un pueblo algo grande en el cual decidieron parar para comprar provisiones y flechas. 

Se pusieron las capuchas y se internaron entre los puestos y la gente, tratando pasar desapercibidos. 

Yoon parecía haber recuperado sus ánimos habituales y lideraba al grupo con presteza, pasando de tienda en tienda mientras cargaba a Kija y a Jae-ha con las compras. Todo parecía ir bien, hasta que los dorados ojos de Shin-Ah se posaron en un callejón. 

No era una persona que perdiera los nervios fácilmente, ya que su forma de ser era tranquila y silenciosa, pero él estaba continuamente observando a su alrededor. Es por eso que su expresión se crispó ante lo que estaba viendo. 

Un hombre con largas ropas rojizas agarraba a una chica de la muñeca y del pelo, y ella lloraba y se retorcía tratando de soltarse mientras que el hombre le sonreía con lascivia. Shin-Ah no dijo nada cuando abandonó su grupo sin titubear, entró al callejón y alargó el brazo para sostener la mano del hombre en alto, lejos del cuerpo de la chica. 

Sus hermanos le vieron marchar sin decir nada, y le siguieron confusos. Sus ojos se abrieron al reconocer al hombre, como uno de los que habían incendiado la tienda a los Dragones cuando les habían atacado noches atrás. Y era ahora uno de ellos que acosaba a una joven mientras anochecía, con malas intenciones y una sonrisa ladeada. 

El hombre le gritó algo al Dragón Azul, y se liberó de su agarre dándole un codazo en el rostro. 

-¡Shin-Ah!- exclamó Yona, preocupada, dando un paso hacia delante.

Mi Dragón - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora