Capítulo 8

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¿Cuánto tiempo tardarán en darse cuenta...?

La princesa pelirroja se tropezó y se precipitó al vacío.

Fue tan rápido que nadie pudo hacer nada, todos estaban tan sorprendidos y confusos que se quedaron congelados en su sitio.

Hak fue el primero en actuar. Dejó su arma caer al suelo y se lanzó, pero apenas pudo despegar los pies del suelo antes de sentir un golpe en su pecho. Chocó contra la pared, lejos de haber saltado tras la princesa, y observó a la mujer que había evitado que se lanzara a por la princesa pelirroja.

Todo esto, ocurriendo en menos de dos segundos, fue seguido por una segunda figura que saltó más ágilmente detrás de Yona.

Mio siguió a la pelirroja y comenzó a caer.

Ella pudo ver a varios de los integrantes del grupo recuperarse de la sorpresa y prepararse para saltar, pero ella grito una sola palabra y todos volvieron a quedarse estáticos en su sitio.

-¡No!

Sin más, Mio se dio la vuelta en el aire y se estiró para atrapar a Yona, que extendía una mano hacia ella mientras gritaba.

Sin mucho esfuerzo, la inmortal la tomó de la muñeca con una fuerza superior a la de una persona normal y se dio la vuelta para sujetarse a la pared de rocas. Yona gritó, y Mio apretó la mandíbula con fuerza.

Tras varios segundos derrapando contra la pared, consiguió sujetarse a la piedra con su mano izquierda y sus pies, sujetando a Yona con la mano derecha.

Soltó un suspiro ahogado que casi pareció un gemido de un llanto, y juntó la frente a las piedras. Se centró en respirar unos segundos.

La princesa ya no estaba en peligro, lo sabía, ya que no la iba a soltar. Pero su corazón aún le dolía y su sangre ardía por sus venas.

En el instante en el que había visto a la menor caer, toda la sangre de dragón en su cuerpo la lanzó detrás de ella. Y le dolía el cuerpo por aquella reacción antinatural.

Luego, con una mirada seria, comenzó a trepar, sólo con una sola mano y sus pies, tratando de evitar que Yona de removiera inquieta y que terminara por caerse.

Desde arriba, todos la miraban con diferentes expresiones. Miedo, preocupación, alivio, y hasta dolor. Por un momento se imaginó que aquellos rostros tristes estaban dirigidos a ella y se sintió un poco mejor, aunque sabía que era inútil intentarlo.

Nunca trataría de ganarse su confianza.

No quería confiar en nadie.

A pesar del difícil trabajo y del largo camino, pronto estuvo cerca de los demás. Esa fue la peor parte.

Empezaron a extender manos hacia ellas, pero Mio podía ver lo que querían. "Danos a Yona, danos a Yona". Mio tragó saliva y, al llegar arriba, se detuvo un momento.

Aseguró sus pies y su brazo, y luego tiró con fuerza de la pelirroja para subirla y dejar que alguien la sujetara.

Cuando tres manos diferentes se aferraron a la princesa, Mio la soltó y se agarró a la pared. Esperó unos segundos, para recuperar el aliento, y esperar que arriba le dejaran un pequeño sitio para subir.

Nadie pareció acordarse de ella.

Empezaron a colmar de preguntas y de llantos a Yona. "¿Estás bien?, ¿Te has hecho daño?, ¡Tienes que tener más cuidado!", mientras que Mio se veía obligada a desplazarse lateralmente a un lado para poder trepar y subir al camino. Se sentó al borde de este, con las piernas colgando, y vio que todo su cuerpo temblaba. Sus piernas y sus brazos, cansados por la fuerza que habían ejercido después de estar en un estado de casi relajación a uno de total tensión, temblaban incontroladamente. Trató de detenerlo, puso sus manos sobre sus piernas y las apretó, pero aquello no funcionó. Toda su mano izquierda estaba cubierta de sangre, al igual que sus rodillas y sus brazos. Tenía las yemas de los dedos destrozadas.

Mi Dragón - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora