Noche.
Apenas se había movido desde que había comenzado a relatar su historia.
Mio se mantenía casi en la misma posición, mirando al fuego ensimismada. En algún momento había comenzado a temblar, y ella se había abrazado a sí misma casi inconscientemente.
No tenía frío, era una noche cálida y el fuego les otorgaba mayor calor. Sólo estaba abrumada por aquellos recuerdos que le asaltaron tan deprisa.
Sus ojos verdes apagados observaban el danzar de las llamas casi hipnotizados.
-Desde entonces los otros tres Dragones y yo permanecimos bajo el mandato de Hiryū.- continuó. En aquella oscura noche, lo único que se oía a parte de su voz era el crepitar de las llamas y algún animal corretear salvaje cada cierto tiempo, dejando que el lugar estuviera sumido en silencio la mayor parte de la noche.
Yona quería hacer muchas preguntas. Estaba tan metida en la historia de Mio que estaba echada adelante, hacia ella, ya que se había inclinado hacia la inmortal de forma inconsciente. Zeno, por otra parte, estaba confuso y, en el fondo, algo decepcionado.
Quizás no habían vuelto a hablar de la mujer en el castillo. No había oído los susurros que no se habían pronunciado, no había leído las leyendas que no fueron escritas. Nadie la había vuelto a mencionar, pero, ¿por qué?
Quizá ni siquiera sus hermanos Dragón querían hablar de ella. Nunca le habían dicho nada, y tampoco lo habían hablado entre ellos mientras que el rubio no estaba presente.
Pero lo que le sentó peor fue, sin duda, que el rey Hiryū nunca le hubiera dicho nada.
Él lo sabía, sabía que Zeno era inmortal. Le dio el medallón por eso, para que supiera que siempre estaría con él, pero jamás le dijo que había alguien con quien podía pasar el resto de su inmortal existencia.
Aquello fue lo que más le dolió, sin duda. Un pensamiento rápido surcó la mente de Zeno, dándole el beneficio de la duda y la esperanza. Quizá, sólo quizá, ni el rey ni los Dragones sabían que la de ojos violetas era inmortal. Quizá la dieron por muerta en una misión, y acongojados por el dolor de su pérdida, nunca quisieron nombrarla de nuevo.
Pero, entonces, ¿por qué no habría ella regresado? ¿Quizás realmente quería huir de Hiryū y de su "mandato"?
Zeno siempre pensó en los de la primera generación como su familia. Se peleaban, pero seguían estando unidos por algo muy fuerte, mucho más que la sangre de los Dragones, aunque lo negasen. ¿Mio no había sentido nunca esa calidez? ¿Había sido diferente con ella?
Zeno volvió a la realidad al oír a Kija.
-Pero, ¿qué pasó después?- preguntó confuso, haciendo que todos le mirasen. Él también les miró, tratando de expresarse mejor.- Ella no llegó a conocer al Dragón Amarillo Original, así que...
Los ocho regresaron su mirada a la mujer. Ella, que había alzado la mirada para ver a Kija, ahora le lanzaba una mirada oscura. Se puso de pie, sin mirar a nadie, y se puso la capucha con lentitud.
-Batallamos en las luchas que Hiryū quería.- comenzó a andar detrás de los demás, describiendo un círculo a sus espaldas. Los espectadores se giraban para mirarla.- Vencimos a los ejércitos que Hiryū quería.- ocultó su rostro al completo, bajó la cabeza y su rostro quedó sumido en las sombras.- Siempre hicimos lo que Hiryū quería.- dijo, acentuando el nombre y dejando unos segundos de silencio entre las dos últimas palabras.
Siguió andando, casi sin hacer ruido. Sus pies no hacían ningún sonido al pisar la hierba, su capa provocaba un suave susurro al ser arrastrada tras ella, pero no le importó. Rodeaba al grupo con sus pasos lentos y pausados.
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Mi Dragón - Akatsuki no Yona
FanficCon el tiempo, la gente pierde cosas. Experimentar pérdidas es parte de la vida. También perder a personas importantes que cambiaron la forma de vivir esa existencia solitaria. Algunos pierden su primer amor. Otros, la armonía de sus relaciones. Se...