Ansiedad.
Mio no era capaz de despegar aquellas ideas de su cabeza. ¿En qué momento había comenzado a preocupase por los demás?
Aquello era ilógico, y sin duda un problema. Ni siquiera confiaba en ellos, había cosas que ella no quería recordar o compartir, secretos que quería que siguieran siendo privados. No quería confiar en ellos.
Si Mio terminaba necesitándolos... Sufriría de nuevo cuando se fueran. Mio no quería hacer lazos con aquellas personas porque no quería salir más lastimada. Tras ver las acciones precipitadas y temerosas que ellos tomaban, nunca sabía cuándo se verían envueltos en algún problema, en alguna batalla. Y, cuando se fueran... Ella estaría sola, de nuevo, vagando sin rumbo por los reinos, sin tener a dónde regresar, sin tener a alguien con quien volver. Tenía miedo de que aquello le ocurriera. Mio no quería estar sola, no otra vez.
Entre las oscuras calles de Saika, se apoyó contra una pared. Se llevó una mano a la cara, cubriendo parte de esta, y tratando de alejar esos pensamientos. Mio no necesitaba a nadie... No podía necesitar. Había sobrevivido sola mucho tiempo. Podría seguir haciéndolo después. Sin embargo...
Suspiró, echando al cabeza hacia atrás y alzando la mirada al cielo.
"-¿Por qué siempre miras al cielo, Miu?"
"-Es que mi familia está allí... Mis personas preciadas están allí... Muy lejos de aquí. Y quiero ir con ellos, pero... Nunca podré ir y reunirme... Mi alma... Siempre va a estar aquí."
"-Entonces yo también, Miu. Mi alma se quedará con la tuya, siempre."
Mio soltó un gruñido de frustración.
-¿Por qué ese recuerdo...? ¿Por qué tengo que recordarlo justo ahora...?- se llevó la mano al pecho, allí donde sentía bajo la ropa el pequeño secreto que había compartido con el Ryokuryū. Lo apretó entre sus dedos.- ¿Por qué tengo que recordarte...?
Apartó la mirada de las estrellas y cerró los ojos. Quería llorar.
Contuvo las lágrimas con todas sus fuerzas, logrando que no se derramase ninguna. Se frotó la cara con las manos para despejarse, y luego se colocó bien su capucha. Comenzó a andar entre las oscuras calles. Las puertas de las casas estaban cerradas, las tiendas y bares habían recogido todo y no había nadie por allí. Sabía que bajando las calles llegaría a la parte nocturna de la capital, donde había burdeles y bares nocturnos que estaba dispuesta a evitar.
Se deslizó hacia las puertas, llegando tras esquivar a algún borracho y sin ningún otro problema. Al estar cerca de las puertas del norte, trepó al techo de una casa y se acercó desde arriba. La oscuridad era buena compañera para ocultarse, sin embargo no era capaz de ver con claridad qué ocurría fuera.
Vio un gran grupo de hombres, un ejército o una parte de este, situados enfrente a la capital. Estaban a una distancia prudente, lejos. Simplemente se mantenían allí, de pie, en silencio, haciendo frente a una pequeña parte del ejército de Kyo-Ga, el cual permanecía de espaldas a las puertas y situados en medio, en una postura defensiva.
Mio suspiró y saltó el muro en silencio, aterrizando de pie y sin hacer apenas ruido. Ya se preocuparía por cómo regresar más tarde. Se ciñó la capucha y se reprendió a sí misma. ¿Qué estaba a punto de hacer? ¿Esos niños que tiene por compañeros de grupo habían terminado por contagiarle su irresponsabilidad y su temeridad?
Se acercó a las filas de Kyo-Ga, con la cabeza agachada y mirando al suelo. Se envolvió en su capa para que nadie viera la carencia de su uniforme. Se colocó en silencio al lado de uno de los soldados de la última fila.
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Mi Dragón - Akatsuki no Yona
FanfictionCon el tiempo, la gente pierde cosas. Experimentar pérdidas es parte de la vida. También perder a personas importantes que cambiaron la forma de vivir esa existencia solitaria. Algunos pierden su primer amor. Otros, la armonía de sus relaciones. Se...