Capítulo 18

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Hermanos.


Zeno vio a Mio en lo alto de un árbol. A veces creía que ella se iba a esos lugares altos para alejarse de sus problemas y estar más cerca del cielo, de las estrellas que brillaban aquella noche y de las nubes que se deslizaban con tranquilidad sobre ellos. 

Trepó con cuidado al árbol siendo completamente ignorado por la chica, y se sentó a su lado con precaución para evitar caerse. 

-¡Zeno te encontró!- dijo, alzando los brazos y sonriendo. Mio le dirigió una mirada silenciosa. 

El rubio pudo ver como su herida en la palma de su mano se había curado, y sólo quedaba una marca rojiza por la sangre que no se había limpiado. Fingió estar sorprendido. 

-¡Oh, Mio-chan se hizo daño! ¿Estás bien?- tomó la mano de la contraria y comenzó a limpiar la sangre sin mirarla a los ojos, centrado en su tarea. Alzó la mirada sorprendido tras unos momentos al ver que ella no retiraba su mano.- ¿Estás bien?

Mio le analizó con la mirada, impertérrita. Sus ojos esmeralda carecían de brillo. 

-No te entiendo, Ouryū.- negó con la cabeza, confusa. Suspiró y alzó la mirada al cielo.- Eres extraño. No he conocido a nadie así...- dijo. Zeno, al ver que ella no iba a seguir hablando, intervino. 

-Zeno no es muy especial. ¿Mio-chan no conoció a nadie como Zeno aunque sea muy mayor?- preguntó inocentemente. La contraria se tomó un segundo para responder. 

-Todos son tan confusos... No les reconozco.- susurró. Bajó la cabeza, escondiendo su mirada dolida.- Creí que me recordarían. 

Al instante, el rubio supo que se refería a sus compañeros Dragones. Evidentemente, ellos no tenían los recuerdos de los Dragones de la primera generación, aunque parecía que Mio no conocía ese detalle antes de conocerlos. 

-Los demás son muy lindos.- dijo el inmortal, con su típica actitud infantil. Mio siguió el hilo de sus pensamientos. 

-No son ellos. 

Zeno se pensó sus siguientes palabras por un momento.

-Seguro que los primeros también eran muy buenos y amables. En eso, los demás son iguales.- afirmó, observando a la chica con atención. 

-Es cierto que son similares en su extraña presencia... Pero no se parecen en nada más. No van a poder igualarlos, ni mucho menos superarlos. Ellos eran irreemplazables.- susurró en voz baja. Zeno vio como la mano de la chica, que seguía entre las suyas, formó un puño. 

-Aún así, son personas diferentes.- habló el chico, a pesar de que se sentía empatía por la contraria. Podía comprenderla, pero Mio estaba siendo egoísta.- No podemos compararlos. 

Al momento, se reprendió a si mismo por haber dicho "podemos", pero pareció que Mio no estaba demasiado atenta y pasó ese detalle por alto. Ella apoyó la cabeza en el tronco del árbol. 

Tomó aire para decir algo, pero entonces se detuvo. Se puso recta y retiró su mano, algo brusca, siendo consciente de que quizá estaba dejándose ver demasiado. Subió de nuevo su guardia y se escondió otra vez tras su muro. 

-Ouryū.- llamó. Su tono de voz había cambiado de uno triste y abatido a uno serio y frío. Zeno esperó en silencio.- No sé si conoces la muerte, tampoco me importa.- empezó, haciendo que el chico se imaginase como reaccionaría Mio cuando le contara a ella y a los demás el secreto de su inmortalidad.- Los Dragones originales están muertos. Y con ellos generaciones y generaciones de personas con su sangre están ahora bajo tierra. Los Dragones que conoces tú morirán, e incluso tú, la ama y el chico. La gente de esta aldea, los niños y los ancianos, ese asqueroso soldado y la mujer que nos trajo aquí. Y la muerte sólo trae dolor y odio. El odio genera más muertes, y entonces se da ese bucle eterno de la guerra por la "paz". He visto eso tantas veces que he aprendido a las malas, y lo más importante es no dejar que te hagan daño. No puedes tener un punto débil.- se detuvo un segundo, dejando sus palabras flotar en el aire.- Porque si tienes un punto débil, la gente te destruye. 

Mi Dragón - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora