Ambientado en los capítulos 67-68 del manga.
¿Estás bien, Mio?
-El Imperio Kai ha traspasado la frontera.
-¿Qué?- exclamó Kija, como si no hubiera oído bien. Sung-joon le lanzó una mirada seria.
-Tenéis que coger al resto de vuestro grupo e iros de aquí. Si las cosas son como creemos y Soo-Jin está aliado con Li Hazara para revelarse contra Kouka, la capital no es segura.
-Probablemente dejará que los del Imperio Kai entren y atraviesen los fuertes.- dijo Mio, pensativa.- La capital está muy expuesta.- el de tez morena asintió.
-Id, reuniros con vuestro grupo e iros. Yo tampoco creo que me quede por mucho tiempo.
Mio asintió.
-Sí.- miró a Kija. No quiso llamarle o pronunciar su nombre, ya que llamarle "Hakuryū" haría que el contrario sospechase. Le hizo una seña con la cabeza.- Vámonos.- el albino asintió.- Muchas gracias por todo, Sung-joon.- dijo, girándose hacia él.- Ya puedes cortarte el pelo, pero si volvemos a pasar por alguna capital te buscaré.- aseguró. El de ojos claros sonrió.
-Seguro que lo harás. Anda, ahora, marchad.
Les apremió con las manos, y ambos Dragones se fueron. Sung-joon les vio marchar, alegre de haber vuelto a encontrar a aquella chica inmortal que le había salvado tanto tiempo atrás. Si no hubiese sido por ella, el chico de catorce años estaría tumbado sobre la nieve, boca abajo, mientras que aquellos soldados trataban de matarlo al ver que acababa de robar información secreta. Ella le había salvado, recibiendo el corte de una espada en su rostro y su pecho.
Recordó vagamente aquel suceso, donde el menor había sido salvado y curado por aquella mujer. Le había acompañado de vuelta a su ciudad, por lo que se había encariñado mucho con la mayor. Ver que seguía siendo ella y que estaba bien le había traído buenos recuerdos, que casi había olvidado con el paso de los años.
Les vio marchar, algo melancólico, aunque pensaba que acababa de ayudarla a salir de aquella sin ser lastimados. Nunca podría devolver la deuda que ella le había dado, una oportunidad de seguir viviendo, pero con aquella pequeña ayuda estaba un paso más cerca de lograrlo.
Se dio la vuelta, lanzó una gran sonrisa al aire y empezó a caminar. Sus brillantes ojos azules rebosaban llenos de vida y alegría. Así había sido aquel chaval que había conocido a Mio, y así quería ser hasta el día de su muerte.
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Kija y Mio caminaban de regreso, algo más rápido de lo normal. Ambos querían coger al resto del grupo e irse de allí, poniendo a los demás a salvo de la batalla que podía llegar a librarse en la capital. La inmortal iba detrás esta vez, siguiendo a Kija en silencio mientras que este abría el camino.
Sin previo aviso, una figura se interpuso en el camino de la inmortal, haciendo que se chocase contra la espalda del hombre que acababa de retroceder de golpe.
Mio reconoció al hombre que antes discutía frente al puesto de joyas, con un rostro de tener muy poca paciencia y estar muy enfadado. Se giró violentamente hacia Mio, furioso, y la agarró de la muñeca sin miramientos. La de cabello violeta, sorprendida por aquel atrevimiento que tanto acababa de enfadarla, vio como el más alto compuso una mueca y se acercó a su rostro.
-¡¿No vas mirando por dónde andas, mujer?!- le gritó, de forma desagradable y brusca. Mio trató de calmarse. Odiaba a la gente así, y no sería el primero que había matado a sangre fría. Sin embargo, no podía permitirse el lujo de acabar con él en aquel momento, no podía convertirse en el centro de atención por asesinar a un hombre y tenía que sacar a la pelirroja y a su grupo del lugar de batalla. Cerró los ojos y respiró profundamente.- ¡Eres una irrespetuosa! ¡Pide perdón, de rodillas, como una mujer debería hacerlo!
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Mi Dragón - Akatsuki no Yona
ספרות חובביםCon el tiempo, la gente pierde cosas. Experimentar pérdidas es parte de la vida. También perder a personas importantes que cambiaron la forma de vivir esa existencia solitaria. Algunos pierden su primer amor. Otros, la armonía de sus relaciones. Se...