Capítulo 36

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Arquería y risa.

Cuando Mio regresó al campamento, estaba amaneciendo. Miró directamente al lugar donde debían estar los soldados, encontrando sólo cuerdas rotas en su lugar, y apartó la mirada con la misma rapidez. Vio a Hak, quien le devolvía la mirada tranquilo, aliviado de verla regresar. Los Dragones Amarillo, Azul y Blanco dormían en el suelo, destapados, como si se hubieran quedado dormidos sin pretenderlo, al igual que Yoon y Yona. Jae-ha estaba al otro lado del campamento, frente a Hak, lanzándole una sonrisa a la inmortal. 

-¿Qué pasó?- inquirió ella, con un tono de voz bajo para no despertar a los demás, pero lo suficientemente alto como para hacerse oír a ambos hombres. Su voz era plana y tensa.

-Escaparon, de nuevo.- resumió el peliverde, suspirando y recargándose en el tronco del árbol.- Comienza a ser molesto. 

-¿Dónde fuiste tú?- inquirió Hak, con su brazo apoyado sobre su rodilla, levantada cerca de su pecho.

-Necesitaba... despejarme.- murmuró la contraria, con la mirada baja perdida.- Autocontrol.- terminó, seca. 

Jae-ha se movió a un lado y palmeó la hierba a su lado. 

-Sienta aquí, te daré un masaje, Mio-chan~...- canturreó, logrando que la nombrada sólo tomara aire molesta y rodara los ojos, caminando en la dirección opuesta. Se quedó junto a Yona, y la observó en silencio unos segundos. Miró su rostro, su cabello y su ropa. Se agachó junto a ella al ver sus manos, llenas de heridas y cortes propios de sus duras prácticas con el arco y la espada. Se irguió, caminó hasta su bolsa y rebuscó en ella ungüento. Lo colocó en las pequeñas manos de la pelirroja sin decir nada, bajo las atentas, curiosas y silenciosas miradas de sus compañeros. 

Mio y Jae-ha prepararon el desayuno mientras Hak seguía vigilando los alrededores. Los demás se fueron despertando poco a poco, algunos de ellos ayudando en las tareas y otros quedándose sentados mirando a la nada, como Zeno. 

Hablaron entre ellos y decidieron que lo mejor sería recoger y dejar el lugar lo antes posible, ya que no querían arriesgarse de ninguna de las maneras a que ocurriera algo similar que pusiera sus vidas en peligro. Alguien los seguía, sobre todo a Mio, y nadie quería decir en voz alta pensamientos demasiado desmotivadores. Así que nada más terminar, hicieron las mochilas con todas sus pertenencias y marcharon de nuevo. 

Mio prefería acercarse un poco más al Castillo Hiryū, y lo dijo en voz alta. Sin embargo, los demás dejaron en claro que no querían acercarse al lugar donde había más soldados de la Tribu del Cielo, y Mio encontró aquella excusa muy comprensible, así que hizo caso a sus compañeros y se alejaron aún más hacia el sur de Kouka, hacia las altas montañas que separaban el reino de Xing. 

Caminaron mucho, queriendo poner la máxima distancia posible entre su último campamento y el nuevo, dirigidos por Yoon, quien a menudo hundía la nariz en un gran mapa en busca de rutas entre los árboles o atajos donde fuera más difícil ser detectados por otros. 

Durante el camino, se pararon en un pequeño pueblo comerciante para comprar provisiones, y tela y recortes con los que poder hacer una nueva tienda que sustituyera a la que había sido quemada. Mio se separó un momento de los demás, y Yona la vio hablar con un hombre que llevaba una tienda de armas, por la cual Hak también se pasó después. La inmortal y el vendedor hablaron sobre algo un rato, seriamente, ambos bien entendidos del negocio y demostrando su gran conocimiento en las medidas, el peso, ventajas y desventajas de cada arma. Terminó comprándole un arco nuevo, decorado con colores rojos oscuros y negros, muy elegante. La cuerda estaba tensa hasta la perfección y ambos se veían muy satisfechos de la compra o venta del objeto, y de la gran conversación que acababan de entablar. 

Mi Dragón - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora