Capítulo 37

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Sobre el acantilado

Alcanzaron un pueblo un par de días después. Estaba en las montañas, sobre los acantilados, y las casas dispersas parecían construidas en lugares donde daba la impresión de que caerían por los precipicios. 

Estaba llena de niños, sorprendentemente, que a pesar del peligro que tenían a caer por el acantilado, correteaban y jugaban de forma desordenada y descontrolada. 

Cuando el colorido grupo de Yona hizo acto de presencia en el lugar, atrajo la atención de todo el mundo. Los niños se acercaron curiosos a los extraños. Trepaban a Hak, curioseaban bajo la larga capa de Mio, tiraban de las manos de Yona, se abrazaban a las piernas de Jae-ha, perseguían a Yoon, daban vueltas alrededor de Kija, trataban de quitar la máscara de Shin-Ah, y jugaban a las palmadas con Zeno, quien se había agachado a su altura al instante para jugar con ellos, mientras que una niña se subía a su espalda. 

Cada uno tenía su forma de lidiar con ellos, ya que sus padres no parecían estar cerca para quitarles el peso a los recién llegados. Algunos los apartaban, como Yoon, otros les seguían un poco el juego y otros los ignoraban, como Mio, que recolocaba su capa y le daba igual que se subieran a su espalda siempre que no trataran de quitarle la capa. 

-¡Hola!

-¡Mira de qué color tiene el pelo! ¡Qué gracioso! 

-¡Señor, juega conmigo!

-Wow, ¡mira su espada!

-¡Una ardilla! ¡Me la voy a llevar! 

-¡Atrápala! 

Entre risas y gritos, los adultos trataron de mantener las armas lejos de los menores (Shin-Ah mantuvo a Ao fuera de su alcance), y Mio se agachó para estar a la altura de los niños.

-A ver, chicos. ¿Hay alguna posada, hostal, o similar donde podamos pasar la noche?- preguntó, tranquila, con los codos apoyados en sus rodillas. 

-¡Tú puedes dormir en mi casa, nee-chan!- exclamó un niño moreno de cabello revuelto, agarrándole el brazo ilusionado. Mio rió limpiamente.

-He de estar con estas personas, pero gracias por la oferta. Cuando me pases de altura, me lo pienso.- aseguró, acariciándole la cabeza y desordenando su cabello. Los ojos verdes del chico brillaron. 

-¿¡En serio!?

-Sí, pero primero debemos hacer un par de cosas por aquí. 

-Mi papá tiene una posada.- dijo una niña con un adorable vestido azul y un lazo en el pelo. Tomó la mano de Mio y comenzó a tirar de ella.- ¡Está aquí, vamos! 

La inmortal comenzó a seguirla, mirando hacia atrás para decirles a sus compañeros que siguieran a la niña también. Estaba por darse la puesta de sol y el día ya terminaba, y como aún no tenían una tienda que remplazara la que se había quemado, aquella noche se hospedarían en una posada. 

Así terminaron alquilando una habitación grande. Mientras un pequeño grupo salía fuera a dar una vuelta por el pueblo, otros se quedaron dentro. Como la princesa decidió quedarse organizando las cosas, Mio se quedó también, y comenzó a coser una nueva tienda uniendo las telas que habían comprado.

Jae-ha, Kija, Yoon y Zeno, que habían salido, regresaron más tarde con la cena. Evidentemente, allí no podían cocinar, así que habían decidido comprar las cosas ya hechas. Se sintió bien no tener que preparar la comida por una vez.

Todos estaban de buen humor, incluso Mio, que accedió a contarles cosas de su pasado. Les habló de los tres Dragones Originales, de lo que se parecían a los que estaban en su grupo actualmente; les habló de personas que conoció dentro y fuera del castillo, les contó hazañas de sus batallas y las cosas más extrañas y curiosas que jamás hubo aprendido.

Mi Dragón - Akatsuki no YonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora