30. Andrómeda Jackson

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Aparecimos en la cubierta del Argo II sanos y salvos. No dijimos nada, directamente cada uno volvió a sus tareas.

Se notaba que el ambiente estaba bajo.

Decidí ayudar como pudiera a Leo, de modo que bajé las escaleras que daban al sótano.

Él trabajaba y yo le pasaba las herramientas, pero ambos en silencio.

-Se acabó - dijo para romper el hielo - Ni Elena ni el mundo. ¿Por qué tenemos tan mala suerte?

-Supongo que no podemos conseguirlo todo.

-¡Si no hemos conseguido nada! - gruñó.

-Ya, pero... Quién sabe, quizá aún podamos hacer algo bien.

-Andy, el tiempo no pasa igual en el Inframundo. Faltan 2 horas escasas para el medianoche del día 20. Se acabó.

-¿Y qué hacemos en esas dos horas?

-No sé...

De repente, algo atravesó el suelo y, tras chocar con el techo, cayó detrás de las calderas.

-Ay.

Abrimos la boca a causa de la sorpresa.

No, no podía ser cierto.

-¿Elena? - probamos Leo y yo.

-¿Una ayudita para salir de aquí? - Su voz sonaba amortiguada por el metal.

-¡Elena!

Cuando conseguimos sacarla de detrás de la pared, vi que su pelo era una maraña enredada color añil y morado.

-Vaya, Elena. Estás diferente - bromeó Leo - ¿Te has... cortado el pelo?

-En realidad me ha crecido más. Y ahora me cambia de color cada dos por tres.

-Y te envuelve un aura plateada - rematé, riendo.

- Se me olvidó ese pequeño detalle.

-¿Qué te ha pasado?

Tardó unos 10 minutos en contarlo todo: su pequeña aventura en el Inframundo, la conversación con su tío Osiris y la reciente muerte de su madre.

-Cuánto lo siento, Elena - traté de consolarla.

-Sé lo que es que te arrebaten a tu madre - masculló Leo - Te comprendo perfectamente.

Cuando sacó de la nada la enorme espada de bronce y plata, casi me da un yuyu.

-¡Qué preciosidad! - silbó Leo - ¿Me la regalas?

-Soy la única que puede tocarla sin que su poder me abrase el alma.

-Eh... Mejor quédatela.

-¿Y de qué eres diosa?

-Creadora. Puedo hacer aparecer cualquier cosa que mi imaginación pueda crear.

Una sonrisa maliciosa asomó en mis labios.

-Los demás están en la cubierta. ¿A cuántos les dará un ataque cuando te vean?

-A todos - confirmó Leo - Por cierto, debería subir al timón.

-¿Para qué?

-Para redirigir. ¿Qué os parece si nos quedamos las dos horas restantes de la humanidad en casa de Enrique?

Subimos a cubierta. Nadie pareció darse cuenta de que Elena estaba allí, porque tenía la cabeza gacha y sus rostros seguían serios.

-¡Eh! ¿A qué viene esa cara? - gritó ella.

Todos levantaron la cabeza. Al principio, miraron a Elena con sorpresa. Después, con alivio.

Sadie se acercó a ella y le pegó una colleja.

-¡Au!

Y después la abrazó. Ambas soltaron una carcajada y todos se acercaron.

-La próxima vez que nos des un susto así, te mato; maldita sea - gruñó Nico.

-¡Qué casualidad que lo digas tú, siendo un hijo de Hades! - rió David.

Jose se acercó a Elena. Todos enmudecieron, no sé por qué.

-Yo... creía que estabas muerta.

Hablaba despacio, como si saboreara cada sílaba.

-Por un momento, pensé en cerrar los ojos y dejar de luchar. Pero no podía permitirme morir sin volver a encontrarme con tus ojos.

Piper sonrió a mi lado.

Espera. Si al ser hija de Afrodita, sabía el sentimiento mutuo entre dos personas...

-No - pensé - No puede ser verdad.

-Mis ojos no tienen nada de especial - masculló él, toqueteándose el pelo negro.

-Los ojos son las ventanas del alma. Y me gusta tu esencia. Es tan pura que...

No sé cómo pensaba terminar, y creo que nunca lo sabré. Porque Jose la atrajo hacia sí y la besó. Fue un beso apasionado y a la vez desesperado. Ella, sin embargo, se dejó llevar, con los ojos cerrados y el corazón, supuse, a mil por hora.

-Me alegro por ella - murmuró Nico - Ha encontrado a su príncipe.

Lo miré, confundida.

-¿Pero tú no la...?

Él soltó una carcajada, pero en voz baja, para que nadie lo oyera.

-¡Dioses, no me refería a ESE tipo de amor! La quiero como una hermana, el tipo de cariño que le tengo a Hazel, o incluso a Bianca.

Pronunció el nombre de su hermana con dificultad, como si fuese una palabra complicada en un idioma desconocido.

-En fin, el caso es que yo no la quiero como novia, sino como amiga. Como la quieres tú, o David, o alguno de los demás.

-Sin contar a Leo, Carter y Sadie, supongo.

Nico negó con la cabeza.

-Lo suyo es amor fraternal. Sin embargo, no diré que es un sentimiento más fuerte que el que tienen mutuamente esos dos.

Piper se juntó a nosotros, con su perenne sonrisa.

-Son una pareja adorable - señaló.

Ahora no se besaban, pero se habían cogido de la mano y se encaminaban bajo cubierta.

-Dejadlos solos cinco minutos - pidió Carter - Aún recuerdo cuando creí haber encontrado a mi chica ideal...

-Por favor, Carter, no cuentes esa historia. Es demasiado larga - pidió Sadie.

Él asintió y, junto a David y Frank, fue a la armería.

Miré durante unos segundos la puerta por la que había desaparecido mi amiga y volví a contemplar a mi compañero.

-¿Qué tal llevas eso de... tener un hermano pequeño?

Él se encogió de hombros.

-Ya tengo a Hazel. No será tan diferente.

-Pero él es un chico.

-Ya - dijo él con sencillez.

Decidí no indagar más. Así que pensé en nuestro nuevo destino.

No conocía a Enrique, pero por lo que había oído de él, era un chico fantástico.

Acaricié la borda mientras los motores zumbaban y poníamos rumbo a Brooklyn.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora