11. Andrómeda Jackson

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Me desperté en plena noche al oír la respiración entrecortada de Percy y Tyson.

-Ey, chicos. ¿Estáis bien?

Los dos se dieron la vuelta y solté un grito ahogado.

Ambos tenían los ojos totalmente en blanco y en el lugar de las pupilas, había un escorpión negro de ojos rojos.

Se levantaron de la cama y fueron hacia mí.

-A por Andy Jackson - repetían- A por Andy Jackson.

Lo primero que hice fue pellizcarme (ya lo sé, algo estúpido) por si aquello era un sueño pero cuando Percy sacó a Contracorriente, su bolígrafo-espada, comprendí que no era un sueño.

Me puse una camiseta del campamento y unos vaqueros cortos y tras ponerme las zapatillas de deporte, cogí mi espada y salí de allí.

Vi que Elena, Jose y otro chico más habían salido de sus cabañas, perseguidos por los chicos y chicas del campamento que se habían convertido en zombies escorpión.

-¿Qué está pasando? - gritó el chico, blandiendo su espada de un lado a otro - Los sátiros, las ninfas, las dríadas, la Señorita O'Leary... ¡Todos están igual!

-Ni idea - dijo Jose, mientras disparaba flechas cerca de los campistas poseídos para asustarlos - Y no te olvides de Quirón y el señor D, Nico.

Nos hicieron retroceder hasta Long Island Sound, y acabamos en el acantilado.

-Hay que saltar - dijo Elena, cogiendo a Jose de una muñeca y a Nico de la otra.

-¿Qué? ¡Nos vamos a matar! - gritó Jose, intentando liberarse del agarre de Elena.

-Confiad en mí, chicos. Todo saldrá... bien.

-Has dudado - dijo Nico

-¡Qué va!

-¡Has dudado! - insistió Jose.

-Por favor... Confiad en mí - dijo Elena, perdiendo ya la paciencia.

Ya oíamos los gritos de los zombies escorpión que nos perseguían.

Elena me empujó, arrastró a Jose y Nico junto a ella y los cuatro nos precipitamos al vacío.

Aunque caíamos hacia el agua y sabía que la naturaleza de mi padre me protegía, cerré los ojos y me puse recta, esperando el golpe.

Toda mi vida pasó ante mis ojos, incluso cosas que no recordaba. Cerré los ojos con más fuerza todavía e intenté hacer que una enorme ola nos salvara. Lo intenté una vez, y otra, y otra... Pero el miedo colapsaba mis poderes.

Me atreví a entreabrir los ojos, pero lo vi todo borroso y volví a cerrarlos.

No sabía cuánto quedaba para aterrizar en el agua, pero una cosa era segura: íbamos a morir.

El tiempo se me hizo eterno.

Noté la mano de Elena agarrándome y acercó sus labios a mi oído.

-¡Andy! ¡Tengo que decirte algo!

-¿El qué?

-¡Soy la...!

Pero no pudo terminar la frase porque nos hundimos en el agua helada de Long Island Sound.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora