34. Jose Stone

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Creo que David se cobró la venganza cayendo encima de mí al terminar el tobogán. Acabamos hechos un lío de pies y manos semidivinas.

-Ay.

Después de aquella queja irónica, no dije nada más.

-Ahora habrá que seguir por ese pasillo oscuro que da muy mal rollo, ¿verdad?

Elena asintió.

Lo cierto era que cada vez estaba más confuso. No sabía si lo que tenía hacia ella era respeto informal o miedo.

De pronto, mientras recorríamos el túnel tanteando con las manos, el grito de Thalia nos sobresaltó.

-¡No puedo seguir! Es demasiado, ¡no puedo seguir!

Cuando íbamos a mirar hacia atrás para averiguar qué aterraba de tal manera a Thalia, cuando una fuerza invisible nos empujó hacia delante y nos separó de ella por un muro de color blanco.

Annabeth se puso pálida.

-Eso son... son...

-Mis telarañas, querida.

Unas garras (o lo que fueran) separaron a Annabeth de Percy y la arrastró.

Íbamos a repetir la misma acción, pero la fuerza y el muro volvieron a interferir.

Y lo mismo ocurrió con Jason, Leo, Hazel, Frank, Carter, Sadie, Andy y Nico con voces que les susurraban al oído esperanzas de reencuentro.

Piper gritó en un momento determinado y cuando Percy fue a ayudarla, ambos habían desaparecido.

Un rato después, la antorcha se apagó un instante y cuando volvió a encenderse, David ya no estaba.

-Solo quedamos nosotros - Sentir la voz de Elena tan cerca me hizo sentir bien - Hay que estar alerta.

Una imagen espantosa se plantó delante de mí: Elena, a punto de morir a manos de Serapis y Setne, sin poder hacer nada para salvarla.

Extendí la mano tratando de agarrar la suya. Me pareció oír su voz, pero muy lejos. Cuando nuestros dedos se rozaron, se irguió con una sonrisa maligna en los labios y me arrastró hacia sus asesinos.

El grito desesperado de mi amiga rompió la calma de la Gran Pirámide.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora