Vistos de cerca, los gigantes eran más horribles que nunca.
Tenía la cabeza baja y estaba sumida en mis pensamientos, pero nadie se dio cuenta, tan ocupados que estaban en recibir a sus "invitados"
-Porfirio, volvéis a estar en pie de guerra, por lo que veo.
-¡Desde luego! - su voz era casi tan horrible como su aspecto - ¿Ya han pasado los mil años?
-Sí - Setne hizo una pequeña y falsa reverencia.
-¿Y dónde está el Guardián? Quiero verle la cara a ese mocoso que tanto ha retrasado mis planes.
-Ejem... - tosió Serapis - Es "mocosa", mi señor.
-¿Es una mestiza? ¿Y dónde está?
-Justo delante de vos, encadenada a vuestro trono.
El dios me agarró del pelo y tiró hacia arriba, pero no estaba dispuesta a ceder tan fácilmente. Me zafé de su agarre con un gruñido.
El rey de los gigantes pareció encontrar divertida mi actitud.
-¡Y tiene uñas, la gatita! ¿Le habéis ofrecido unirse a nosotros?
-Misión imposible, mi señor.
El gigante alzó las pobladísimas cejas.
-Es increíble el efecto surtido por unas gotas de tu sangre. Serías una buena aliada y estarías mejor posicionada al mando de mi ejército
-Cualquier cosa es mejor que soportaros a vos y a vuestro mal aliento, mi señor.
Me había pasado de la raya.
Porfirio me dio un manotazo tan fuerte que las cadenas se partieron. Choqué contra la pared del fondo y caí al suelo desde cuarenta metros de altura.
-Cuidadito conmigo, mocosa - el gigante me señaló con su grueso y asqueroso dedo índice - No te he matado aún porque te estoy dando la posibilidad de unirte a nosotros.
Permanecí inmóvil en el suelo. Necesitaba un plan.
"Ahora puedes cambiar de forma a tu gusto"
-¿Me estás oyendo?
Me levantó, cogiéndome del cuello de la camiseta.
Tenía los ojos cerrados y no me movía.
El gigante me zarandeó bruscamente.
-Creo que la ha matado - dijo Setne con una sonrisa.
-Sí, será eso... ¡Toma ya, mocosa! ¡Nadie puede con el gran Porfirio, hijo de Gaia, rey de los gigantes!
Una sonrisa se formó lentamente en mis labios y abrí los ojos de golpe.
-¡No es posible! ¡Eran al menos cuarenta metros!
-Cuarenta y uno, para ser exactos. Y tienes razón, nadie puede contigo. Pues bien: yo soy nadie.
Empecé a crecer y crecer y crecer hasta medir unos veinte metros.
La cara que pusieron todos hizo que soltara una carcajada.
Saqué la espada, que ahora medía el triple que antes, y la coloqué en posición de ataque, pulverizando así a unos dos mil monstruos.
-Ven aquí, chaval, que te voy a devolver al Tártaro de una patada en el culo.
ESTÁS LEYENDO
CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSA
Fanfiction(Puede contener spoilers de Percy Jackson, Los Héroes del Olimpo y las Crónicas de Kane) Hay veces en las que tu vida da un giro de 180 grados y te ocurren cosas que pensabas que eran producto de tu imaginación. En resumen, hay veces en las que la m...