23. Jose Stone

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Abrí los ojos. Estaba mareado y tuve unos segundos de amnesia. Entonces recordé que estaba tumbado en la cubierta del Argo II, camino de Egipto.

El cielo estaba oscuro. Miré mi reloj y confirmé mis sospechas: las once y media de la noche del día 16.

-¿Cómo te sientes, Jose? -me preguntó alguien.

-Como si Hefesto hubiera estado dándome martillazos en la cabeza.

Entonces, me di cuenta de que el que había hablado era Leo, así que, rápidamente, añadí:

-Sin ofender.

-No me ofende. Toma un poco de ambrosía.

Me la tragué y, al instante, me sentí mejor.

-¿Qué ha...?

-Te poseyó un eidolon - dijo David, como si fuera lo más lógico del mundo.

Lo miré sin comprender.

-¿Y qué son...?

-Los eidolons - explicó Percy, como si le hablara a un niño pequeño - son espíritus, que según la mitología, son copias de una persona muerta. Los Eidolons tienen la capacidad de poseer a las personas y a las máquinas. Servían a Gaia, la Madre Tierra, bajo la recompensa de volver al mundo de los vivos de nuevo. Ahora sirven a Serapis y a Setne, probablemente bajo la misma recompensa.

No había entendido nada (mi cerebro estaba a punto de estallar), pero asentí igualmente.

-Ahora comprendo que hubiera largos periodos en blanco de los que no recuerdo nada. De repente, estaba en un sitio y no tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí.

-Te comprendo. El año pasado, bajo la influencia de un eidolon, hice algo que provocó un enfrentamiento que tuvisteis suerte de no contemplar - masculló Leo - Murió mucha gente.

Jason, Piper, Percy, Frank y Annabeth parecieron pillar al vuelo lo que Leo quería decir y bajaron los ojos.

-Acabamos de aterrizar en Plymouth para repostar - rompió Andy el silencio - Hazel y Nico han ido a buscar algunas piezas que necesitamos, porque en el ataque de Quíone el mástil se quebró.

Señaló hacia el centro de la cubierta y vi un pequeño tocón donde debía de haber estado el mástil.

-¿"Algunas piezas"? ¡Si solo queda eso! - chillé, señalando el tocón.

-¡Eso dije yo! - dijo Leo con amargura - ¿Se creen que los mástiles salen de los árboles?

-Bueno, técnicamente... - replicó alguien.

-¡No lo decía en sentido literal, Frank!

Se fue, bastante enfadado, a la proa del barco y se subió al cuello del dragón.

Piper se arrodilló junto a mí y me dio un poco más de ambrosía.

-A Leo le llevó mucho tiempo construirlo - argumentó Piper en voz baja - Y la cabeza de dragón que hay en la proa también tiene su historia.

-Entonces es normal que esté enfadado. Además, los hijos de Hefesto se llevan mejor con las máquinas que con las personas. O al menos casi todos.

Piper comprendió lo que quería decir y me dio un breve abrazo.

-Seguro que era una persona maravillosa - intentó consolarme Piper - Pero, lamentablemente, no podemos hacer nada con ella.

-Lo sé - gemí.

Me puso una mano en el corazón.

-Como hija de Afrodita, reconozco un corazón roto cuando lo veo. Estabas enamorado de ella, ¿verdad?

Asentí, despacio.

Como todos fueron al comedor, yo no pude hacer otra cosa que seguirlos.

Estuvimos un buen rato en silencio, mirando la mesa. Nadie tenía hambre.

-¿Dónde está Sadie?

Todos levantamos la vista. En efecto, la hermana pequeña de Carter no estaba allí.

-Estará en su habitación - dijo Carter - Seguro que está muy deprimida por lo de Elena. Y yo también.

-No sois los únicos - masculló Andy, con los ojos entrecerrados.

Estuvimos media hora sin hacer nada, solo mirando a la mesa y, en el caso de Leo y Nico (que ya había vuelto con las piezas), se daban golpecitos con los dedos en el pelo.

Cuando el reloj dio las doce, la puerta del comedor se abrió de golpe y Sadie entró, muy excitada. Lucía una expresión extraña, que bien podía ser de dolor o de alegría, y las lágrimas surcaban su rostro.

-¡Sadie! - gritó Carter, cogiendo de los brazos a su hermana - ¿Qué pasa?

Entonces, empezó a hablar muy deprisa en egipcio antiguo. Las lágrimas eran ya muy abundantes y aquella extraña sonrisa se ensanchaba cada vez más.

-Sadie, en nuestro idioma - pidió Hazel.

Pero Carter si parecía haberla entendido, porque tenía el mismo aspecto que Sadie.

-Acabo de hablar con Anubis... La comunicación se ha cortado de repente, pero...

Respiraba entrecortadamente.

-¿Anubis? - preguntó Nico - ¿El dios egipcio de los muertos?

-Sí, somos viejos conocidos - explicó Carter.

Me pareció oírle murmurar: "Y a Sadie le gusta"

-¿Y qué pasa con Anubis? - preguntó Andy, impaciente.

-Ha estado recorriendo la Duat, y después el Inframundo. Me ha dicho que ella... - y rompió a llorar otra vez.

-¿Qué? - preguntó Leo - ¿Qué?

-Milagrosamente, está en el limbo... - dijo Carter, con un hilo de voz.

-¿Con ella se refiere a Elena? - preguntó Leo.

-Sí - jadeó Carter.

-¿Y qué significa que está en el limbo? - preguntamos todos al unísono.

Entonces habló Sadie:

-Está en la línea.

-¿¡Qué linea!? - gritamos todos a la vez, ya impacientándonos.

-La línea entre la vida y la muerte.

Silencio.

Me levanté de golpe.

Ahora todos me miraban a mí.

-Entonces, ¿no está muerta? Es decir... ¿podemos salvarla?

-Respondiendo a tu primera pregunta, no del todo - dijo Carter.

-¿Y la respuesta a la segunda?

Ahora todos estábamos de pie, rodeando a los hermanos Kane, muy nerviosos.

Si decía eso, me ponía a saltar de alegría.

Y probablemente no sería el único.

Hubo unos inquietantes momentos de silencio.

-Sí - dijo Sadie al fin - Podemos salvarla.

-Pero tendremos que elegir - interrumpió Carter, antes de que pudiéramos decir nada - entre salvar a Elena o salvar el mundo.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora