35. Elena Kane

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Vale, esto se había convertido en algo personal.

Mi madre, mis primos, mis amigos... ¿Qué más podían quitarme esos dos? Ya estaba harta de sus planes que solían implicar quitar de en medio a alguien que me importaba. Pensaba acabar con ellos, costara lo que costase.

Cuando vi su plan maestro, casi se me salen los ojos de las órbitas.

Una enorme réplica exacta de la pulsera de Guardiana, mi pulsera, se erguía en medio de la sala. El amuleto colgaba hacia abajo, concordando con la circunferencia perfecta de la pulsera. Casi parecía una especie de lupa.

Dos figuras volaban de aquí a allá supervisando el trabajo de miles de monstruos y dando órdenes.

Por fin.

Después de tanto tiempo esperando, por fin los tenía delante. Los que habían arruinado mi vida al quitarme todo lo que significaba algo para mí.

Serapis había adoptado la forma de un hombre de mediana edad, pero el doble de grande y el triple de terrorífico. Sus ojos rojos escarlata brillaban como quien tiene sed de la sangre que los ha teñido. Tenía en la mano derecha un báculo de tres cabezas: un perro, un lobo y un cangrejo.

Setne era un hombre quizá algo más joven, cuyos ojos negros fríos e inexpresivos daban casi tanto miedo como los de Serapis. Estaba en los huesos (literalmente, se le marcaban bajo la piel) y miraba con envidia el báculo de su compañero.

No sabía por donde se suponía que debía empezar a reprocharles, pero me quedé callada y quieta.

Entonces, varios miles de ojos se clavaron en mí. Y después lo hicieron dos ojos rojos y dos negros.

-Vaya, vaya - dijo Serapis con una voz silbante - Mira quién ha venido, Setne.

-Elena Kane - el fantasma se relamió - Justo a tiempo para...

-¿Dónde están mis amigos?

Fue una imprudencia por mi parte, ya que podría haber averiguado su plan, pero no pude contenerme.

-Podéis ir diciéndomelo si no queréis que acabe con vosotros antes de tiempo.

-Es una monada - se carcajeó Setne - Se cree que tiene alguna posibilidad contra nosotros.

-Tened cuidado mi señor - le aconsejó alguien que conocía demasiado bien.

-Su habilidad va a la par con su arrogancia - aquella voz fría como el hielo era inconfundible.

Al lado del trono de Setne apareció el dios que le había dado nombre. Junto al de Serapis apareció la diosa más fría del planeta.

-¡Set! ¡Quíone! ¡Os habéis unido a la fiesta!

- Pues sí - dijo Quíone con una calma que rompió segundos después - ¡Y el primer juego es "Mata a la semidiosa entrometida!
Se abalanzó sobre mí con dos espadas de hielo cubiertas de veneno de drakon (probablemente el más potente que hay) y una falsa sonrisa en los labios.

Extendí los brazos y una enorme y cálida esfera plateada me envolvió completamente. Las espadas de Quíone se derritieron sin ni siquiera tocarla.

Probablemente por primera vez en toda mi vida, una sonrisa arrogante se dibujó en las comisuras de mi rostro mientras la esfera se deshacía como si fuera agua.

-¿Pero qué...?

-Un juguete adorable, Quíone. Mira ahora el mío.

Saqué la espada de mi padre, que permanecía invisible en algún punto de mi espalda.

Entrecerré los ojos hasta convertirlos en dos líneas amenazantes.

Encima de mi cabeza aparecieron el yunque y el martillo de Hefesto (ambos en llamas) y la espada se envolvió en fuego escarlata que crepitaba tanto o más que mi propia ira.

Con un ágil movimiento, patiné al lado de Quíone y la atravesé con la espada. Segundos después, de la diosa solo quedaban cenizas.

Oí unos aplausos lentos. Irónicos. Alcé las cejas de igual manera.

¿Desde cuándo era así?

Desde que me convertí en una diosa.

-Impresionante - era Serapis el que aplaudía.

-Y como decía antes de que me interrumpieras de forma tan grosera, has llegado justo a tiempo para el hechizo.

Supuse que no había perdido nada al interrumpirlo; pero, por desgracia, me pudo la curiosidad.

-¿Qué hechizo?

Los monstruos soltaron risitas estridentes y fueron hacia mí. Serapis alzó una mano como lo haría un policía y el enorme ejército se detuvo.

-El despertar de los gigantes. De todos ellos. Más fuertes que nunca. Pero para ello... es necesario la sangre del Olimpo. La más poderosa y difícil de conseguir. La tuya.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora