37. Jose Stone

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Abrí los ojos.

No sabía dónde estaba, pero mis muñecas estaban atadas a algo. Cuando tiré, una punzada de dolor me recorrió todo el cuerpo.

-Cadenas mágicas - pensé - Imposibles de soltar.

Entonces oí la voz de Elena.

-¡Lo teníais todo planeado!

-Lo cierto es que no. Pensábamos que morirías antes de que pudiéramos hablar, pero ya que estás aquí puedes...

-No pienso daros ni una gota de sangre - lo cortó ella.

-¿Estás segura? - dijo otro.

Dio una palmada y mi oscuridad desapareció. Estaba en una enorme caverna de paredes muy rugosas color carmesí, con miles de monstruos a mis pies. Los dos hombres que se mantenían apartados probablemente serían Serapis y Setne. A su lado estaba mi amiga, mirándome aterrorizada.

-Hay otros medios para hacer que colabores.

El de los ojos rojos chasqueó los dedos y me miró con los ojos brillantes de impaciencia.

Sentí como si me hubieran dado un hachazo en el costado. Empecé a retorcerme de dolor y a gritar hasta que no pude más.

-Basta - pidió Elena en voz muy baja, tratando de aguantar las lágrimas. Verla en ese estado hacía que yo también tuviera ganas de llorar.

-¿O qué?

El dolor aumentó más.

-O no os daré mi sangre.

-Elena, no les des nada... - gemí, aunque no sabía de qué hablaba - P... puedo aguantar.

-¿Tratando de hacerte el valiente, pequeño héroe? - el de los ojos negros (supuse que era Setne) soltó una carcajada.

-El trato será inválido a la de tres - dijo mi amiga con voz temblorosa - O lo soltáis y dejáis que se vaya o no veréis mi sangre ni en fotografía. - sacó el índice - ¡Uno!

-¿Estás haciéndonos chantaje? - chilló Serapis indignado.

-¡Dos! - alzó el dedo corazón.

-¡Para!

-Estoy a punto de llegar a tres... - advirtió ella, a punto de levantar el anular.

-No te atreverás.

-¡Tre...!

-¡Vale, vale! ¡Lo haremos a tu manera! ¡Necesitamos esa sangre!

Serapis volvió a chasquear los dedos y, al desaparecer las cadenas, caí al suelo.

Sentí una mano acariciándome el pelo.

-¿Por qué lo has hecho? - susurré.

-Porque no quiero que te pase nada malo.

-Soy un mestizo. Ya es tarde para eso.

Una débil sonrisa apareció en su rostro. Solo tuvo tiempo de darme un beso en la frente antes de que varios monstruos la apartaran de mí, cogiéndola de los brazos.

Setne hizo un ademán con la mano y una corriente me empujó hasta la puerta que separaba la enorme caverna del pasillo y la bloqueó con un muro.

Seguí yendo hacia atrás por el impulso hasta que choqué con David.

-¡Jose! - chilló Andy - ¿Dónde está Elena?

-Con Serapis y Setne. Ha dado su sangre a cambio de mi libertad. Se acabó.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora