26. Jose Stone

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Cuando desperté, aún seguía dentro de la jaula en la cueva de Polifemo. No lo oía ni lo veía; supuse que había salido. Pero me encontraba raro, muy raro. Y entonces, ante mis ojos, apareció el fuego.

No me quemaba, pero me envolvía completamente el cuerpo. Cuanto más nervioso me ponía, más crecían las llamas. Quería gritar, pero no me atrevía.

Cuando se me ocurrió mirar algo más allá, sí que ahogué un grito.

Mi cuerpo, aparentemente inconsciente, yacía en el suelo. Me toqué las piernas, los brazos y la cara. La buena noticia: no era un fantasma sin cuerpo. ¿La mala? Aquel no era mi cuerpo.

Me acerqué a mi cuerpo y me arrodillé junto a él. Su respiración (¿o era la mía?) era acompasada, y eso me puso los pelos de punta. Reuní valor y lo zarandeé.

Abrí, o sea, abrió (¡por esto odio el intercambio de cuerpos!) los ojos y se me quedó mirando.

-¿Pero qué...? - dijo con mi voz - ¿Qué haces con MI cuerpo?

-Yo te iba a preguntar lo mismo - la voz que salía de mi boca era la de Leo.

Ambos nos pusimos de pie.

-Esto tiene que ver con el humo negro brillante que nos echó Polifemo, ¿verdad?

-Probablemente - dije yo.

-¿Y los demás están igual?

Miramos a nuestros amigos, que seguían en el suelo.

Quise hacer el experimento: me acerqué a David.

-¡Eh, despierta!

Me fulminó con la mirada y noté que sus ojos negros se clavaban en mi alma.

-¿Qué bicho te ha picado, Leo? - la voz era la de David

-Um... ¿Cómo te llamas?

Alzó una ceja.

-Nico...

-Ayúdanos a... Jose y a mí a despertar a los demás. Ya nos hemos enterado para qué servían los polvos que nos echó el cíclope.

Frunció el ceño y se encogió de hombros. Intenté mantenerlo alejado de su cuerpo, no quería que se pusiera histérico.

Cuando todos estuvieron espabilados, intentamos mantenerlos alejados de sus respectivos cuerpos, ya que, tal y como nos habíamos imaginado Leo y yo, todos estaban fuera de su cuerpo. Jason y Percy estaban intercambiados. Piper y Annabeth también. Y no digamos Frank y Carter o Hazel y Sadie. Y Andy... se mantenía distante y miraba alrededor con extrañeza, como si no no supiera quiénes éramos. Pero parecía que miraba mucho a Jason.

Entonces caí en la cuenta. Éramos trece... ¿con quién se había intercambiado Andy?

Oí pasos que hicieron retumbar la cueva. Polifemo se acercaba.

-Fingid que estáis inconscientes - les pedí en voz baja.

Todos obedecieron al instante y yo, tras acurrucarme junto a Nico (con el cuerpo de David), entrecerré los ojos.

-¿Aún estáis dormidos? - gruñó el gigante con voz grave y ronca - Da igual, ya os despertaréis. Me gusta oír los gritos de los mestizos antes de devorarlos.

Cogió otra jaula más apartada y, tras coger algo del interior, abrió la puerta de la nuestra. Quise salir corriendo hacia fuera, pero conseguí aguantarme.

- Te presento a tus nuevos compañeros de celda - murmuró.

Lo echó dentro y, tras cerrar con un portazo, volvió a salir.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora