32. Elena Kane

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Al fin y al cabo, tener un giratiempo me ha dado suerte.

No puedo explicar la sensación que produce usarlo, es demasiado extraño y a la vez familiar. Ya podía tachar "Viajar en el tiempo" en mi lista de cosas que hacer antes de estirar la pata.

-¿Dónde estamos ahora? - Thalia se atrevió a romper el silencio.

-En el jardín de... - me callé al ver dos figuras dirigiéndose a la casa - ¡Escondeos!

Aunque no sé cómo quince personas se escondieron en un jardín tan pequeño, pero Jose y yo no nos dimos cuenta cuando llamamos al timbre.

-¿Pero qué...?

Le solté una colleja a Leo para que se callara.

-¡No pueden vernos!

Cuando el Jose y la Elena del pasado entraron en la casa, salimos de nuestro escondite.

-¿Cómo vamos a ir hasta Egipto si nuestros yo del pasado tienen el Argo II?

Me mordí el labio. Se me olvidó ese detalle.

-¡Crea algo! ¿No eres una diosa creadora?

El primo de José conseguía sacarme de quicio con una facilidad asombrosa.

-¿Qué quieres que haga sin que me agote completamente?

De repente, se me ocurrió una idea. Miré a Nico y él pareció comprender lo que quería hacer. Asintió y sus ojos se volvieron incluso más oscuros.

-Viaje por las sombras.

-¡Ni hablar! - chilló Hazel - ¡La última vez casi te conviertes en humo!

-Entonces lo haremos los cuatro - miré de reojo a Jose.

-No sé si... - empezó Jason.

-Si se te ocurre alguna otra idea, dímelo. Estoy abierta a posibilidades.

-No tengo... ningún... plan - admitió de mala gana.

-Eso pensaba. Que tres personas se agarren a cada uno de nosotros. Intentaremos ir directos, pero dudo que funcione, aun siendo cuatro.

Cuando Carter, Sadie y Andy se agarraron a mí y estábamos a punto de empezar cuando oímos un silbido. El silbido del sinsajo.

Me volví hacia la casa y vi a Enrique que se despedía con una mano y sujetaba un giratiempo con la otra. Me guiñó un ojo.

Arrugué la nariz y entrecerré los ojos. Mi amigo soltó una carcajada muda y volvió a meterse en la casa.

-Tendrá mala leche...

- Elena - me llamó Nico - Vamos a empezar. Este es el salto más grande, porque hay que cruzar todo el Atlántico.

-Quizá si viajemos en un ángulo inclinado, podamos llegar a Egipto directamente.

Los siete (de esta generación) la miramos estupefactos. Después, le echamos una mirada significativa a los demás.

-¿Podamos? ¿Vais a... venir con nosotros? - balbuceó Andy.

Cuando Jason dio un solo golpe de cabeza, ella se echó al cuello de Percy.

-Chicos, tenemos prisa - nos recordó Nico.

Nos colocamos en la posición inicial y cerramos los ojos.

-No forcéis mucho, - nos dijeron Nico y Hazel - si no queréis acabar convertidos en humo.

Jose y yo, cogidos de la mano para cerrar el círculo, compartimos un escalofrío.

-¿Preparados? - la voz grave e inexpresiva de Nico hizo que apretara más la mano de Jose - Ya.

Fue como si me hubiera metido en una gelatina recién sacada del congelador. Las sombras eran frías y pegajosas, pero me encontraba sorprendentemente ligera.

- No abráis los ojos - la advertencia de Hazel me previno una milésima de segundo antes.

-¿Cuánto tiempo va a durar esto?

-Menos de un minuto, Sadie. Mantén los ojos cerrados.

Empecé a sentirme cada vez más pesada. El cansancio podía conmigo.

-¡Sólo un poco más! - jadeó Jose.

-¡Vamos! ¡Sólo un poco más! - repetí yo.

Nuestras manos estaban tan apretadas que, supuse, teníamos los nudillos blancos.

De repente, todas las sombras y la oscuridad se evaporaron.

Caí de cara en un sitio muy cálido. Tenía arena en los ojos y en la boca y me dolía todo el cuerpo.

-Estamos en Egipto.

Era la primera vez que oía a Carter y Sadie hablar al unísono.

-¡Estamos en Egipto!

Y empezamos a celebrarlo a la sombra de la Gran Pirámide.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora