28. Jose Stone

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Solté el aire que no sabía que había estado conteniendo en mis pulmones cuando vimos a los chicos esperándonos en la orilla.

Nico le lanzó un enorme dracma a Caronte, quien rápidamente se lo metió debajo de la túnica, y soltó un gruñido de despedida.

-Bueno... ¿y ahora qué? - preguntó Leo.

-Ahora... habrá que buscar a Elena, supongo - titubeó Andy.

-¿Y por dónde empezamos? - siguió preguntando Leo.

-Solo se me ocurre un lugar en el que puede estar - Nico lo fulminó con la mirada - Entre los tres Campos, hay una enorme explanada desierta que los muertos, por mucho que anden, no pueden atravesar. De este modo, un castigado no puede irse al Elíseo.

- Quizá, al no estar del todo muerta, no pueda ir a ninguno de los tres y esté en esa explanada - dedujo Hazel.

-Pues vamos - apremió Andy - Si nos damos prisa, quizá podamos...

Se cortó de golpe, pero supe exactamente a qué se refería.

Y también que era imposible.

Entre todo lo que había pasado, era la medianoche del día 19.

Si en el transcurso de ese día y el siguiente no llegábamos a Egipto y encontrábamos alguna manera de salvar el mundo, todo habría sido para nada.

Conclusión: misión imposible.

Nico nos hizo un gesto con la mano para indicarnos que lo siguiéramos y, sumido en mis pensamientos, empecé a caminar.

Estuvimos horas siguiendo a Nico y a Hazel, que iba a la par suya; estaban a tan solo unos pasos por delante de mí, pero era como si acabáramos de empezar a andar.

Mi cuerpo no notaba el cansancio al contrario que mis amigos, que caminaban como si cada paso les doliese.

Mi mente dejó de divagar por un momento, advertí un bulto en el suelo a unos metros por delante de nosotros.

Cuando vi lo que era, alcé una ceja.

-¿Qué hace un pompón en medio del Inframundo?

Al oír aquello, Percy aceleró el paso para llegar primero hasta el objeto: un pompón de animadora blanco y morado con las siglas A.G de color dorado grabadas en el mango negro.

-Parece como si lo hubieran dejado ahí a posta - observó Sadie.

-Es verdad - la secundó Piper - ¿Pero para qué...?

-Corred - murmuró Percy en un tono en el que lo oímos perfectamente.  Al ver que no reaccionábamos, lo dijo de nuevo, pero esta vez gritando: - ¡Corred!

Una sombra se cernió sobre él y ambos rodaron por el suelo.

-Kelli - dijeron entre dientes Nico y Annabeth.

Ambos cogieron sus armas y fueron en pos de Percy.

-No sé quién es esa tal Kelli, - masculló Andy - pero no me va a quitar a mi hermano. Ya he perdido a mi mejor amiga.

Su espada relampagueó furiosa cuando la levantó, siguiendo a los otros dos. Leo, David y Sadie fueron también.

Cuando los siete que quedábamos sacamos las armas, una silueta humana (o al menos en apariencia) nos cortó el paso.

Era una chica rubia de ojos azules y mirada glacial con uniforme de animadora blanco y morado con el nombre bordado en la parte izquierda: Tammi.

-Hace tiempo que no tenemos carne fresca - siseó con una voz dulce y empalagosa - Será un placer devoraros.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora