2. Andrómeda Jackson

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-¡Moriréis! - rugió, y se abalanzó hacia nosotras.

Corrimos cada una en una dirección, y el monstruo siguió a Elena.

Sus ojos azul eléctrico brillaban de miedo y su larguísimo pelo marrón chocolate recogido en una coleta fue la ocasión perfecta... para que el monstruo la agarrara.

-¡Suéltame, monstruo horrible!

-¿Monstruo horrible? Se acabó, mestiza, te vas a enterar - siseó, sacando una daga de un cinturón.

¿Mestiza?

-¡He dicho que me sueltes! - gritó, y después sí que me quedé estupefacta.

Apuntó al monstruo con la mano extendida y una enorme viga de metal lo estampó contra la pared. Aunque estaba en estado de shock, se soltó el pelo y cogidas de la mano, salimos de allí como alma que lleva el diablo.

Nos dirigimos a la puerta del centro que estaba vacío desde hacía 5 minutos y la señorita Dodds se interpuso en nuestro camino.

-Mi señor me recompensará cuando le lleve a dos mestizas tan...

Le solté un enorme chorro de agua en la cara y esta vez me tocó a mí quedarme en shock. Elena me apretó la mano y corrimos hasta llegar al descampado, nuestro punto de reuniones.

-¿Qué ha pasado? - preguntó Elena sin aliento, señalizando cada palabra.

-No lo sé, pero esto es muy raro. Yo he... ¡controlado el agua!

-¡Y yo el metal! - añadió Elena con más entusiasmo.

-Vale, ahora... ¿qué demonios era esa cosa?

-Ni idea. Y cómo nos llamó... ¿mestizas?

-Mis 2 padres son de Brooklyn, no sé a qué se refirió. Pero tú no conociste a tu padre, a lo mejor...

-No creo que se refiriera a eso, más bien a otra cosa.

-¿Pero a qué?

-No lo sé, pero... ¿y si esos no fueran tus verdaderos padres? Quizá eres adoptada.

-No me extrañaría, si fueran mis padres no me odiarían tanto.

-Será mejor que nos vayamos a nuestra casa, Andy. Yo necesito tumbarme en la cama y convencerme de que esto es una pesadilla.

-Vale, hasta la tarde.

Fui calle arriba y entré en mi casa. Lo primero que vi fue el rostro de mi madre, con el ceño fruncido.

-¿Dónde has estado, pedazo de vaga? Te toca barrer - me reprendió, tendiéndome una escoba.

-Mamá, ¿yo soy adoptada?

-Pues sí, te encontramos en la puerta de la casa y tu padre quería una niña, así que te acogimos. ¿Por qué?

-Nada, preguntaba. ¿Y mi verdadero apellido es Jackson?

-Sí, traías una nota con tu nombre y tu cumpleaños.

Cogí la escoba, distraída y comencé a barrer. Oí a mi madre murmurar:

-Teníamos que haberla dejado que muriera de hambre y calor aquel 18 de Agosto. Vaya si debimos, esta niña es una vaga sin remedio.

Cuando la perdí de vista, cogí el teléfono y le confirmé sus sospechas a Elena: era adoptada.

Fuera había empezado a pegar fuerte el sol. Cogí de nuevo la escoba y seguí barriendo.

No imaginaba que aquella tarde, nuestras vidas cambiarían para siempre.

CRÓNICAS DE UNA SEMIDIOSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora